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Los funcionarios denuncian la aparición de grietas en la sede de la Asamblea

Juan Carlos Sanz

La sede de la Asamblea de Madrid, el viejo caserón de la Universidad Central de la calle de San Bernardo, presenta grietas en una parte de sus muros, según denunció ayer un representante sindical de los funcionarios. El pasado agosto se repararon las goteras de los tejados y cada tres meses hay que desratizar sus dependencias.

Los responsables de la Asamblea iban a comprar un armarlo a prueba de fuego para custodiar los microfilmes con las actas de las sesiones parlamentarias. Pero los técnicos desaconsejaron la adquisición: la estructura del edificio no podía aguantar el peso del armarlo. Así lo relata Ignacio Lasa, director del gabinete de la presidenta de la Asamblea, la centrista Rosa Posada.Cuando se constituyó el Parlamento autónomo, en 1983, aún no habían finalizado las obras de consolidación de los cimientos de un inmueble que data de 1842. Unas vigas metálicas en el pasillo de acceso atestiguan aquella rehabilitación. La Asamblea comparte su espacio con el Consejo Escolar del Estado y el Instituto de España, verdaderos titulares del inmueble.

En la tercera planta de la Asamblea trabajan las 17 taquígrafas de la Cámara. Carmela Ruiz, delegada de personal por la Confederación Sindical Independiente de Funcionarios (CSIF), denuncia la aparición de nuevas grietas en esa oficina.

Rosa Posada insiste en que la sede actual se ha quedado pequeña -tres departamentos administrativos han tenido que trasladarse a sendos pisos de la calle de San Bernardo- y acusa veladamente al Gobierno de Joaquín Leguina de no querer tomar la iniciativa. Las negociaciones con el Ministerio de Educación para utilizar la Escuela de Ingenieros situada junto al parque del Retiro no cuajaron. La limitación del espacio obliga a congelar la plantilla mientras el trabajo parlamentario sigue creciendo. Actualmente, tres taquígrafas están de baja por indicación médica. ¿El diagnóstico?: agotamiento.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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