Un plató frente al colegio
Indudablemente, la culpa de todo la tienen los dos estudios de cine del distrito de Chamartín. Estaban tan cerca de su casa y tan cerca de su colegio de monjas, que Emma Penella, obsesionada con ser actriz como su amiga Amparo Rivelles, terminó por entrar en un plató y enamorarse para siempre de una profesión que entonces no parecía la más recomendable para una chica de su edad y de su clase.El padre de Emma, impresor de profesión, y el cineasta Luis Lucia optaron por una estrategia equivocada. Si la niña mayor quiere ser artista, que haga de doble de luces de Amparito Rivelles, que aguante durante horas el duro trabajo de iluminación para que se le quite la idea de la cabeza. Eso hicieron. Mandaron a Emma a los estudios Sevilla, donde ahora se alza el supermercado Jumbo, en la calle de Pío XII, y aguantó el tirón. "Yo no me di ni cuenta. Estaba entusiasmada viendo trabajar a Amparo Rivelles. Pensaba: 'Hay que joderse, ¡qué artista!'. El problema es que yo dije que me iba andando a casa porque estaba al lado. Vi entornada la puerta del plató y entré. Estaba totalmente vacío y entonces fue mío. Eso es lo que me hizo ver claro que yo quería ser actriz".
Emma Penella nació el 2 de marzo de 1931 en la calle de Vallehermoso, pero dejó Madrid casi inmediatamente para ir a vivir a Granada y a Bilbao. Recién terminada la guerra civil, cuando contaba menos de 10 años, volvió, ahora a un chalé en el número 7 de la calle del Maestro Chapí, en Chamartín de la Rosa, que entonces era un pueblo más de Madrid. Aquí transcurrió toda su adolescencia y su juventud, hasta que se casó, a los 35 años, con el productor Emiliano Piedra.
"Chamartín era entonces una maravilla. Aquí vivía una clase me.día rampantemente acomodada, con señoras de las que se habían criado en otra mentalidad y pretendían que no se notara que la guerra hubiera cambiado nada. Y ésta era una colonia donde vivían las chicas más guapas. Todas teníamos algo. La que no tenía un tipazo, tenía los ojos bonitos o un pelo precioso".
Emma y sus tres hermanas estaban entre ellas. Sin antecedentes familiares, ella, Elisa y Terele (Pávez) optaron, sin embargo, por la interpretación. "Mari Juli es la única que salió decente", bromea Emma. "Se casó con un aviador norteamericano y vive en Estados Unidos".
Para Emma, desde que pudo convertirse en actriz, la vida transcurre más por obras que por años. "Cuando me casé estuve sin trabajaar desde Lola espejo oscuro hasta Fortunata y Jacinta, que fueron cuatro o cinco años. Yo he tenido muchos parones. En el teatro, desde Micaela a Los baños de Argel pasaron como 12 o 14 años. Luego, de Los baños de Argel a Juana del amor hermoso, pues, ocho; de Juana del amor hermoso a Frank Quinto, seis".
Una voz corpulenta
Ahora, sólo tres años después, está trabajando en El señor de las patrañas, una pieza cómica para una actriz todo terreno que considera que nunca ha tocado la genialidad pero ha hecho una carrera digna. Y lo dice muy seria esta mujer cuyo sentido del humor es arrollador. Porque Penella es tal como parece que es. Su voz es tan corpulenta como su aspecto. Es tierna y castiza, habladora, madraza -tiene tres hijas- y tremendamente ingeniosa.Su lugar favorito de Madrid es su barrio de los años de mocedad, pero dentro de él opta finalmente por volver a un plató vacío y conduce a la fotógrafo a sus viejos estudios Chamartín, luego llamados Bronston y ahora denominados Buñuel. No le hubiera importado posar con el carrito de la compra en los grandes almacenes como homenaje a sus queridos estudios Sevilla, pero sabe que en los Buñuel puede entrar en un plató, uno de los que están sirviendo para el rodaje de la serie El Quijote, de Gutiérrez Aragón.
Allí, actores, maquilladores, decoradores y técnicos de sonido la rodean, la abrazan, escuchan su cháchara interminable. "Es que es única", comenta uno. Y ella, que no debería hablar por conservar su voz para las dos funciones de teatro, sigue contando sus cultas. En el colegio del Sagrado Corazón, por hablar, la castigaban a fregar el suelo del escenario del teatro. Desde ese mismo colegio veía el tejado de su casa y sabía que enfrente estaban los estudios de cine de sus sueños. Como muchas niñas de similar educación quería ser artista o monja, pero fue una de las pocas que sólo descartó lo segundo.
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