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Kuwait

Es una voz de mujer monótona y entristecida. Nos está contando dramas humanos en lengua árabe y de pronto otra voz nos dice que esta mujer no puede enseñar el rostro ni decir quién es porque el déspota Sadam Husein puede tomar represalias contra sus familiares, aún residentes en Kuwait. Luego se nos pide solidaridad, y ahí empieza el enigma. Todos estamos dispuestos a ser solidarios con cualquier refugiado de un país totalitario, pero podemos sospechar que esta repentina solidaridad propagandística en realidad es una campaña de inculcación ideológica para que en su momento asumamos lo inevitable del conflicto bélico en el Golfo. Hay que preguntarse, pues, quién paga estos mensajes. Sin duda alguien solvente, porque nos llegan por tierra, mar y aire, y no creo que ninguna entidad que practique la solidaridad altruista disponga de los suficientes recursos como para hacer una campaña específica por los refugiados kuwaitíes, cuando no se ha hecho por los camboyanos, los vietnamitas, los kurdos, los palestinos, los habitantes de Anchuras, los salvadoreños, etcétera.¿Quién la paga y para qué? Desde la más elemental intuición se llega a la sospecha de que pueda ser la KIO. Difícil llegar a creer que la campaña la pague el Ministerio de Defensa para justificar su armadita invencible o el señor Inocencio Arias de su bolsillo, el funcionario que más vehementemente ha descalificado a los que estamos en contra de la intervención. Si algún día hay guerra en el Golfo, la parte que nos toque debiera disponer de Inocencio Arias como madrina de guerra, es un decir, o como mascota, papel más sacrificado, por cuanto le obligaría a estar en el teatro de las operaciones, nunca mejor empleada la palabra teatro, ámbito específico para la farsa, palabra que viene del francés y que en su origen quería decir "pieza cómica breve". En el Golfo dejaría de ser cómica, pero seguiría siendo una farsa.

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