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La actitud de Heseltine polariza la crisis de los conservadores británicos

La inquietud que consume al Partido Conservador de la primera ministra, Margaret Thatcher, se ha convertido en un espectáculo de primera categoría en el Reino Unido. La sacudida provocada por la dimisión del viceprimer ministro, Geoffrey Howe, y los malos resultados electorales del jueves pasado mantienen a los tories en ascuas, con su atención centrada en lo que haga o deje de hacer el ex ministro Michael Heseltine.

Los conservadores levantan la vista con ansiedad a la veleta de Heseltine, que gira con aparente locura entre los cuatro puntos cardinales del si, no, depende y según, en la presente tormenta política. El ex ministro, que para muchos es un salvador y para otros tantos un arribista dispuesto a hundir al partido por satisfacer sus ambiciones políticas personales, escucha estos días toda clase de avisos y consejos. La mayoría de sus seguidores le reclaman que haga realidad su ambición de dirigir el partido conservador y que, en consecuencia, dispute el liderazgo de los tories a una primera ministra impopular que ven convertida en una rémora para la causa conservadora.Sus enemigos y el aparato del partido se han movilizado para desalentar ese eventual desafío con el argumento de que no liará sino ahondar las diferencias que existen en el partido y que, como es imposible que gane, será una intentona inútil.

Los propios amigos de Heseltine, entre quienes se encuentra su biógrafo, el parlamentario conservador Julian Critchley, están divididos. Critchley cree que sería un error políticamente fatal que Heseltine se presentara contra la primera ministra y así se lo comentó al presunto candidato. "No respondió en ningún sentido al consejo" decía ayer el biografo. "Fue enigmático".

La popularidad del thatcherismo está en momentos muy bajos. Los amantes de las estadísticas y enemigos del cambio dicen que no es la primera vez que se ven en tal tesitura y que en las anteriores la primera ministra arranca desde atrás para ganar las elecciones. Sus rivales echan mano de las mismas estadísticas y dicen que no hay precedentes de victoria electoral de un partido que a estas altura de la legislatura cuenta con tan poco aprecio popular.

Heseltine sopesa los argumentos de unos y otros y guarda celosamente sus intenciones. Tiene de plazo hasta el jueves al mediodía para presentar su candidatura, pero antes desea escuchar lo que el miércoles tenga que decir Howe sobre las razones de fondo que le forzaron a dimitir. Howe ha manifestado, como también lo ha venido haciendo el propio Heseltine, que no se presentará contra Thatcher, pero si lanza una soflama incandescente contra la política europea de la primera ministra sus palabras podrían servir de acicate último a quienes desean, cuando menos, intentar deshacerse de Thatcher.

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