¿Es Aznar un dirigente democristiano europeo?
Considera el articulista que la admisión, en calidad de observador, del Partido Popular español en su homólogo Popular Europeo es todo un éxito de la política de pasillo. Muestra sus dudas sobre el carácter democristiano del dirigente popular y expone sus reticencias ante el afán de los parlamentarios europeos por integrar en su grupo a los 16 eurodiputados españoles sin distinguir entre ideología democristiana -de vocación de centro izquierda, a su juicio- y derecha conservadora.
José María Aznar se está convirtiendo en un personaje habitual del panorama electoral vasco. El nieto de una de las plumas más brillantes del diario Euzkadi quiere triunfar en el lugar donde, hace cuatro años, Manuel Fraga fracasó y hubo de abandonar su actividad política.Hay en ello un legítimo deseo de presentarse ante la opinión pública como el hombre que ha dado moral y votos "a esos meritorios hombres y mujeres que trabajan en un clima tan adverso en ese campo minado que es el Norte". Obsérvese que José María Aznar no pronuncia la palabra nefanda Euskadi, que su abuelo utilizaba sin rubor alguno.
Ahora, José María Aznar se presenta como un dirigente centrado y democristiano. De hecho, el jueves día 5 fue admitido como observador en el Partido Popular Europeo. Todo un éxito del pasilleo político.
El Partido Nacionalista Vasco se opuso a esta entrada. Aznar, preguntado por el hecho, contestó displicentemente: "El resultado de la votación fue de 13 a favor y 1 en contra. Por tanto, cada uno tiene la importancia que tiene". José María Aznar ocultaba un dato de interés. La votación exacta fue de nueve a votos a favor (entre ellos el de José María Gil-Robles, que no tenía derecho a voto), cinco abstenciones y un voto en contra. Quede, pues, reseñado el hecho en su justa dimensión.
Viejas historias
Esa misma semana, José María Aznar había sido invitado al congreso de fusión de la CDU de la RDA y de la CDU de la RFA. Son los momentos de gloria y entusiasmo de una Alemania poderosa, que lo arrolla todo. Hablarle a la CDU de viejas historias es como agitarle todos los esqueletos del armario. El congreso fue para unirse con un sector importante de quienes habían colaborado con el régimen de Walter Ulbricht y Erich Honecker. ¿Quién iba a cometer la impertinencia de recordar que el partido de Konrad Adenauer fue admitido en la Unión Europea Demócrata Cristiana en la sede que el PNV tenía en la Rue Marceau de París en 1948? Eran momentos en los que el lehendakari Aguirre, en el exilio, era miembro de honor de los Nuevos Equipos Internacionales, y Adenauer era un renano avinagrado por el que no se daba demasiado. Su país estaba destrozado, dividido e infundía sospecha.
Por cierto, el Partido Popular se opuso en Bilbao, ciudad natal de Aguirre, a que su Ayuntamiento dedicara a éste una calle, como también hace dos meses a que Cataluña homenajee a Companys, corno la semana pasada a que el presidente del Congreso, Félix Pons, recordara al antiguo presidente republicano Julián Besteiro.
Minucias.
Pues bien, el PP es ya observador en el Partido Popular Europeo. Aznar podrá sacarse la foto en Dublín con Kohl, Andreotti, Lubbers, Santer y Martens. La foto por la foto, aunque la ideología siga oliendo a discurso thatcheriano.
¿Cuál es la razón por la que entra ahora Aznar como observador? Muy sencillo. Catalanes y vascos no somos lo español. Tenemos dos eurodiputados y nuestro propio status. El PP, 16, y si en sus filas hay gentes que no quieren ni oír hablar de la democracia cristiana, con el tiempo esos personajes irán desapareciendo y se impondrá el criterio de Javier Rupérez y Marcelino Oreja, en una operación de largo alcance. Se llega hasta el punto de presentar a Marcelino Oreja como modelo de resistente al franquismo.
Evolución de Manuel Fraga
A pesar de todo, en el PNV no queremos caer en un discurso cerrado que mire al pasado. De hecho, ahí está Manuel Fraga reclamando cosas por las que muchos han estado en la cárcel cuando él fue ministro. Ahora, Manuel Fraga ha evolucionado y reclama competencias para Galicia, cuando es uno de los principales responsables de la situación actual gallega. Pero la política y la vida son así.
La historia de la democracia cristiana española es la historia de un continuo fracaso. En Europa, hoy, tras ímprobos esfuerzos, apuestan por Aznar, como anteriormente lo hicieran por Joaquín Ruiz-Giménez, José María Gil-Robles, Óscar Alzaga, Javier Rupérez o Marcelino Oreja. Quieren urgentemente su homólogo, y éste, día a día, se ha comprometido a echar lastre por la borda.
Nosotros no somos quiénes para entorpecer un proceso semejante. Lo que nos preocupa es que tal operación se está llevando con una dosis excesiva de secretismo, malas maneras y actitudes de una inquietante prepotencia por parte de un José María Aznar cegado por una soberbia impropia de un dirigente capaz y con visión de futuro.
Pero lo que además nos inquieta, como PNV, es que la democracia cristiana europea, por ese afán alemán de tener más y más votos, esté homologando una fuerza de derecha conservadora. En la intervención de Aznar en el debate sobre la crisis del golfo Pérsico, el máximo dirigente del PP no hizo la menor alusión a las tesis y acercamientos con la democracia cristiana europea, sino lo suyo fue dejar claro que se había entrevistado con Margaret Thatcher en Helsinki con motivo de la reunión de la Internacional Conservadora.
Tengo la sensación de que Aznar no tiene ni idea de lo que es la democracia cristiana en Europa, ni idea de sus postulados para una Constitución federal europea, ni idea sobre su militante discurso medioambiental, ni idea sobre su perfil social, ni idea sobre aquella expresión de Alcide de Gasperi que afirmaba que la democracia cristiana era una fuerza de centro que miraba a la izquierda. Deseamos que le salga bien la operación, aunque los métodos que ha utilizado han sido poco democráticos y poco cristianos, hasta el punto de que un holandés, tras el forcejeo dialéctico, me comentaba después de la reunión: "En política es fundamental aunar voluntades si se quiere hacer algo sólido. Los métodos impositivos que están utilizando no están en la línea de una larga tradición democrática. Lo malo es que los alemanes sólo quieren votos y les importa muy poco la ideología. Si estos conservadores españoles se nos unen con los griegos en sus planteamientos de derecha, van a tratar de desvirtuar la esencia de la democracia cristiana europea, que nació con el aval de quienes durante la guerra mundial habían luchado contra el fascismo".
Llave de oro
Holandeses, italianos, belgas y algún francés no se fían todavía de este hombre a quien la varita mágica de Marcelino Oreja, con la llave de oro que le da el haber sido secretario general del Consejo de Europa, le está abriendo puertas. Nosotros, de momento, nos congratulamos con haber sembrado la inquietud en el sector más progresista y despierto de una Europa demasiado preocupada por la gestión. De una votación, que iba a ser por unanimidad, logramos un debate interesante y sembrar la inquietud hacia un hombre que al parecer va haciendo su ideología a golpe de interés y de la búsqueda obsesiva de la imagen.
Afortunadamente, los Andreotti, Lubbers y Martens están vacunados contra quienes creen que Europa es tan sólo un discurso para quedar bien.
El PP, ¿un partido democristiano y europeísta? Veremos.
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