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NINGUNA LEY será capaz por sí misma de vacunar al deporte contra la presencia en sus estructuras de tontos, bocazas o irresponsables, pero la aprobada esta semana por el Parlamento permitirá al menos limitar razonablemente los desmanes que tales personas puedan ocasionar. La nueva Ley del Deporte viene a sustituir al marco legal establecido hace 10 años y que muy pronto quedó superado por la realidad. Por una parte, porque no contemplaba específicamente al deporte profesional; por otra, porque no tenía en cuenta la asunción de competencias sobre esa área por parte de las comunidades autónomas.La distinción neta entre el deporte aficionado y el profesional permite aplicar tratamientos diferenciados a cada uno de los tres niveles de asociacionismo que se establecen. Así, se estimula el asociacionismo de base, suprimiéndose trámites burocráticos para la creación de clubes elementales de aficionados, favorecidos además con ventajas fiscales, mientras que se aumentan los mecanismos de control en relación a los dedicados al deporte profesional de masas, en particular los de fútbol. Lo más llamativo de la nueva normativa es la obligación de tales clubes de convertirse, antes de julio de 1991, en sociedades anónimas, de manera que se acabe con la absurda situación de que nadie pudiera exigir responsabilidades a unos directivos que manejaban ingentes cantidades de dinero. Otros aspectos destacables de la nueva ley son el impulso a la educación física y deportiva en la enseñanza, y la inclusión de algunas medidas relacionadas con la violencia en el deporte de masas.
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