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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Barcelona, rehecha

LOS JUEGOS Olímpicos han supuesto para Barcelona la gran palanca que posibilite la regeneración física de la urbe, como ya ocurriera con motivo de las exposiciones universales de 1888 y 1929. Este rehacerse de Barcelona no se está desarrollando, no obstante, sin problemas. El rápido cambio socioeconómico vivido en España ha creado apremios de infraestructura que han hecho modificar diseños y transformar conceptos urbanos a mayor velocidad, a veces, que las obras mismas, como ha sucedido con el Moll de la Fusta, pensado como avenida blanda y obligado ahora a convertirse en autopista urbana.En la encuesta que publica EL PAÍS se aprecia la identificación entre JJ OO y Ayuntamiento y el reconocimiento del liderazgo del alcalde Maragall. Sin embargo, este reconocimiento no se traslada, en principio, de manera tan neta al terreno electoral, en el que juegan otros factores. Jordi Pujol siempre ha pensado que para gobernar plenamente en Cataluña se debe mandar en su principal municipio. Éste puede ser un argumento efectivo para sus votantes ante las municipales, aunque éstos también pueden reaccionar ante las tradicionales pulsiones antimetropolitanas del nacionalismo. Así, Pujol acaba de advertir que los recortes presupuestarios afectarán a los proyectos olímpicos de la capital tanto como a otras ciudades catalanas; su Gobierno persiste en poner trabas a la federación de la ciudad con sus convecinas, y su partido ha abordado el debate sobre la nueva Carta Municipal tratando de limitar la ciudad a su vertiente como capital de Cataluña, obviando su simultánea vocación de segunda capital española.

Los barceloneses están a gusto en su ciudad y manifiestan una notable tolerancia hacia los inconvenientes que origina la cita del 92. El problema más grave que aprecian es la escasa colaboración entre las instituciones, y en este aspecto sobresale la pésima valoración que hacen de la aportación de la Administración central a este esfuerzo. Esta imagen no se corresponde con el compromiso económico de la Administración central, pero puede reflejar la persistente ausencia de gestos políticos por parte del Gobierno hacia esta Barcelona olímpica que aún no ha recibido una visita específica del presidente González.

El altísimo grado de integración de los barceloneses con su ciudad tiene bastante que ver con el proyecto de ciudad en marcha, que desborda la cita olímpica. El buen calendario de las obras y el éxito del nuevo y deslumbrante Palacio de Deportes del japonés Isozaki alimentan la presente oleada de optimismo, tan diferente del clima que se vivía hace unos meses. Para que todo funcione como debe, sólo es preciso que los éxitos con las piedras se trasladen también a otros ámbitos más intangibles: la organización, la coordinación y la exactitud. Estos factores resultarán decisivos no sólo para el buen funcionamiento de los JJ OO, que al cabo duran pocas semanas, sino para la más permanente imagen mundial de la ciudad y del país.

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