Asad visita Irán para reforzar el frente antiiraquí
El presidente sirio, Hafez el Asad, efectúa este fin de semana su primer viaje a la República Islámica de Irán, país del que fue el único aliado árabe durante la guerra que asoló el golfo Pérsico entre 1980 y 1988 y enfrentó a iraníes contra iraquíes. El líder laico de Siria y los discípulos del imam Jomeini volverán a soldar sobre las espaldas de Sadam Husein su ya viejo matrimonio de intereses. Asad transmitirá a los iraníes el deseo de Estados Unidos de que "clarifiquen" su posición en el actual conflicto del Golfo.
ENVIADO ESPECIALAl recibir la pasada semana en Damasco al secretario de Estado norteamericano, James Baker, Asad le recordó que duran te muchos años él fue el único árabe que dijo al mundo que se equivocaba por completo en el análisis de la guerra entre Irán e Irak. El peligro, según Asad, no procedía tanto de la revolución islámica, cuyo impacto difícilmente podía ir más allá de las minorías shiíes de la región, como del nacionalismo belicista de Sadam y su aspiración a dominar el golfo Pérsico y todo Oriente Próximo. Ahora Estados Unidos tiene que utilizar los buenos oficios de Asad para intentar obtener luz sobre la posición iraní. Los norteamericanos, ignorantes de las sutilezas de Oriente Próximo, creen ver múltiples contra dicciones en los mensajes que llegan de Teherán. Se preguntan cómo es posible que se condene al mismo tiempo la anexión iraquí de Kuwait y la presencia de tropas norteamericanas en Arabia Saudí.
Viento en popa
Desde el punto de vista iraní no existe tal contradicción. Por primera vez la República Islámica de Irán tiene el viento de la política internacional a su favor. Después de haber sufrido durante ocho años la feroz agresión de Sadam y el casi unánime apoyo internacional al iraquí, no cabe esperar de los iraníes que se lancen con entusiasmo a los brazos del señor de Bagdad ni a los de los cruzados de Occidente en busca del nuevo grial de un barril de petróleo barato. Los iraníes van a vender cara su neutralidad.
El pragmático presidente Hachemi Rafsanyani aspira a consolidar el Estado teocrático fundado por Jomeini, y para ello debe mejorar la situación económica del país, lo que se traduce por una apertura a Occidente. Sin embargo, por razones nacionales y religiosas, Irán no puede ver con buenos ojos la posibilidad de que las tropas de Estados Unidos se instalen para siempre a pocos kilómetros de sus costas y en la vecindad de los santuarios de La Meca y Medina.
Irán tampoco tiene el menor interés en una victoria de Sadam, el hombre que le atacó por sorpresa, bombardeó sus ciudades, hundió sus petroleros y gaseó con armas químicas a sus hijos. Un Irak fortalecido por su anexión de Kuwait se convertiría en el dueño del golfo Pérsico y de la OPEP.
Este fin de semana, Rafsanyani explicará a Asad que la firma de un tratado de paz con Irak, el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Teherán y Bagdad y la probable visita de Sadam no van a alterar la alianza con Damasco, que Irán considera "estratégica". Asad, por su parte, repetirá a Rafsanyani el argumento con el que justifica ante los nacionalistas árabes su presente alineamiento con Estados Unidos. Según Asad, los que denuncian la presencia norteamericana en Arabia Saudí "confunden los síntomas de la enfermedad con la enfermedad misma". El presidente sirio cree que "una vez curada la enfermedad (la ocupación iraquí de Kuwait), los síntomas, (tropas extranjeras), desaparecerán".
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