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El susto

Hay una guerra que puede llegar en cualquier momento, una recesión económica, un aviso por parte de los poderes públicos de que aquí es necesario apretarse el cinturón o nos quedaremos sin posibilidad de comprar un piso, un coche, gasolina, los jerseicitos de los niños para el Invierno, y hasta sin empleo nos podemos quedar. 0 sea, que nos han dado un susto de muerte.El ciudadano contempla atónito este siniestro panorama, que ni imaginaba hace tan sólo un mes. Y todo por una guerra que puede llegar en cualquier momento pero que, a lo mejor, no llega, o, si llega, podría ser que durara una semana, acaso un mes. Nadie lo sabe. Acaso en las altas esferas se sepa todo, pero el ciudadano no sabe absolutamente nada.

El ciudadano vivia en la ciudad alegre y confiada, más o menos a gusto, y un buen día, quienes gobiernan, van y le anuncian que el mundo se le cae encima. De donde cabe deducir que le estaban ocultando la verdad de la vida y se le deben explicaciones, porque el mínimo derecho que te asiste al ciudadano es verlas venir, para que cada cual pare el golpe como pueda sin innecesarios sobresaltos.

Quienes gobiernan desde la mayoría absoluta Pueden hacer de su capa un sayo, si les place, pero lo que no puede hacer ningún Gobierno -con mayoría absoluta o sin ella- es prometer que nadie hará la milí en el extranjero y a la hora de la verdad enviar quintos a zonas de guerra; proclamar éxitos en política económica y después advertir que el país va a la ruina si la gente no se aprieta el cinturón; deslumbrar con capitalidades culturales, trenes de alta velocidad, olimpiadas, expos y, de súbito, aterrorizar a la ciudadanía alegre y confiada anunciándole el apocalipsis.

Bueno, sí, pueden, puesto que lo hacen. Pero uno se refería a la lógica, a la ética o, sencillamente, al más elemental pudor. Por ejemplo.

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