Una jugadora distinta
En el tenis femenino, donde los partidos se desarrollan a la mejor de tres sets, suele suceder que una jugadora descubra en la ducha que ha perdido un partido. Hay tanta distancia entre las mejores y el resto (a diferencia del tenis masculino) que una avalancha de juego bloquea el cerebro de las más débiles que en un abrir y cerrar de ojos se encuentran eliminadas. Eso le pasó ayer a Arantxa Sánchez Vicario. Steffi Graf le dio tantas bofetadas que la española perdió la compostura y acabó descontrolada. Ya no sabía si subir a volear, si quedarse en el fondo, si jugar sobre el revés de la alemana... Cuando un jugador sufre un repaso como el de ayer, su única obsesión, al cuarto de hora de partido, es no hacer el ridículo.Arantxa, pese a sus excelentes resultados de las últimas semanas, no fue la de Roland Garros 89, y hay razones para ello. En Estados Unidos se juega en superficie rápida, y la velocidad de la bola favorece a Steffi y perjudica el juego defensivo de Arantxa. Para ganar a Steffi hay que obligarla a pensar, a cansarse, a perder la paciencia, y eso es mucho más dificil en la pista rápida que en la tierra batida. Pero hay otra gran diferencia. Arantxa, a lo largo de estos meses, ha crecido y ya no tiene esa inocencia arrogante, acompañada de una sonrisa traviesa y de unos gritos de coraje, con la que afrontaba los grandes compromisos. Llegar a las semifinales del Open de Estados Unidos es el segundo mejor resultado de su carrera, pero su derrota ante Graf dejó un cierto sabor amargo. Arantxa ha perdido frescura vital en su juego, pero a cambio apenas ha mejorado sus golpes débiles. Y eso es lo peor que podía sucederle.
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