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La crisis del Golfo, una evaluación turca

Los turcos, como pueblo y Gobierno, observaron con sorpresa cómo la acción militar iraquí en Kuwait amenazaba arrastrar, al país a una confrontación armada con su vecino del sur. La tensión todavía sube y baja y sube de nuevo, mientras los ojos de los ciudadanos y la prensa turcos están puestos en las reacciones e iniciativas del presidente Turgut Ozal.El presidente Ozal salió de la crisis del Golfo con una imagen política fortalecida, habiendo recibido felicitaciones de los dirigentes occidentales por apoyar el statu quo anterior a la invasión de Irak. Aunque en los círculos de la oposición turca y en algunos medios de prensa se han criticado su conducta y compromisos, muchos pensaron que simplemente se libraba de sus responsabilidades y que lo hacía bastante bien. En estos momentos, la opinión pública mundial ha demostrado, por cierto, una gran simpatía hacia él y hacia Turquía. En palabras del presidente Bush, Turquía no sólo fue "el aliado más leal", sino que Ozal fue un estadista clave cuya influencia marcó el curso de los hechos.

Turquía no podía permanecer apartada del problema. Es vecina de Irak, constituye un poder regional y tiene lazos muy estrechos con Occidente que debe desarrollar más. Por otra parte, la subida de los precios del petróleo afectará negativamente a su economía. Por tanto, causa poca sorpresa que la crisis del Golfo, aunque no sea el único tema tratado en todos los medios informativos turcos, se destaca como el más trascendente.

Sin embargo, la actitud turca fue inicialmente muy cauta. Los turcos no esperaban desempeñar un papel importante. El presidente Bush llamó por teléfono a Ozal por lo menos tres veces para pedirle apoyo, mientras éste se ponía en contacto con el presidente de Siria, Egipto e irán y se reunía con el Consejo de Seguridad Nacional y con su Gabinete de crisis.

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Cuando Ozal recibió en Ankara al viceprimer ministro de Irak, Taha Ramazan, rechazó su punto de vista basado en re¡vindicaciones históricas sobre Kuwait y pidió la retirada inmediata de las tropas. La actitud del Gobierno turco pasó rápidamente hacia una línea de mayor dureza que aún lo acercó más a las potencias occidentales. Mientras tanto, el Gabinete turco decidió cerrar el oleoducto Kerkük-Yumurtalik sólo si había amplio consenso público sobre el punto.

Esta condición se logró cuando el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó sanciones económicas obligatorias. Simultáneamente, Irak redujo el flujo de petróleo a Yumurtalik para aliviar a Turquía y su propia situación. Sin embargo, la visita del secretario de Estado norteamericano, James Baker, a Ankara, así como la llamada de un enviado especial del presidente de Irán, hizo aún más difícil el dilema de Turquía. Bombarderos norteamericanos llegaron a la base de Incirlik, en Turquía, y entonces se advirtió que Irak podría vengarse bombardeando las presas de Anatolia, en el sureste, que también habían sido centro de disputas con este país y Siria.

Cuando EE UU envió tropas a Arabia Saudí para disuadir a los iraquíes de atravesar la frontera, las posibilidades de un compromiso militar turco aumentaron. Afortunadamente, Irak no entró en Arabia Saudí, y en su siguiente declaración televisiva, Ozal no hizo ninguna referencia a opciones militares. Sin embargo, Turquía suspendió el comercio con Irak. La carretera Habur, un lugar fronterizo de mucho movimiento, fue cerrada. Como consecuencia, Turquía perdió 2.000 millones de dólares en exportaciones a Irak, más un año de ingresos por el oleoducto.

Las iniciativas propias del presidente Ozal no fueron apoyadas ni por los partidos de la oposición ni por la prensa. Éstos no sólo insistieron en que Turquía debía permanecer dentro de los límites de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, sino que comenzaron a surgir voces que recelaban de que se "convirtiera en el centinela de Washington en el Golfo", aunque también hubo críticas al control por parte del presidente tanto en lo relativo a política internacional como intenor.

Los líderes de la oposición negaron la existencia de una situación inminente de guerra y describieron la actitud de Ozal como "estar jugando con fuego". Algunos analistas de política internacional, que tal vez no reflejan la opinión pública, advirtieron sobre "los peligros del aventurerismo". Alí Sirmen, del diario izquierdista Cumhur¡yet, comparó los movimientos de Ozal con "intentos para administrar Turquía con las decisiones de una sola persona". Afirmó que aun el famoso Gobierno de Unión y Progreso del Estado otomano en vísperas de la I Guerra Mundial "actuó bajo las decisiones de un triunvirato". Altan Oymen, editorialista de Milliyet, recordó que el presidente anterior, Ismet Inönü, aun en días del régimen de partido único durante la II Guerra Mundial, evitó actuar sin la discusión y aprobación parlamentaria.

Mientras en Hurriyet, el díarío turco de mayor circulación, Oktay Ek9i comparó la acción de Sadam Husein con la invasión de Líbano por Israel y el ataque norteamericano a Granada y Panamá, Teoman Erel subrayó en Günes que, a pesar de la distensión, Occidente no debería socavar la importancia geopolítica y militar de Turquía. Y si Ergun Baslci, otro columnista de Cumhur¡yet, instaba a un "esfuerzo para mejorar las relaciones con Irak", Coskuri Kirka presionaba en Milliyet por una coerción armada, incluso sin una decisión del Consejo de Seguridad de la ONU al respecto. Analizada por el papel que podría desempeñar Turquía en una acción bélica, el articulista excluía el éxito en una intervención militar iraquí, así como también un ataque a las presas turcas que almacenan agua del Tigris y el Éufrates. Aconsejaba proporcionar apoyo logístico y medios a las potencias occidentales. Algunos otros escribieron que el líder iraquí debía ser derrotado no porque se enfrentara a un adversario más poderoso que él, sino porque, en nuestros tiempos, la violencia no tiene precio.

La rápida acción turca también originó una discusión sobre los poderes constitucionales del presidente. Al contrario de lo que sucedía en tiempos de los anteriores jefes de Gobierno Demirel o Ecevit, ambos ahora en la oposición, Y. Akbulut, el actual jefe de Gobierno, desempeñó un papel secundario, mientras parecía que era Ozal quien tomaba las decisiones más importantes. En una ocasión, la llamada telefónica de Ozal a Washington coincidió con una entrevista televisiva del presidente Bush. Éste dijo ante las cámaras que el presidente turco estaba al aparato. El poder en el Partido de la Madre Patria (ANAP), una alianza entre partidarios del libre mercado, nacionalistas y tradicionalistas islámicos, está todavía en manos del presidente Ozal. Y las estrellas de aquéllos, como las del ministro de Estado, M. Keçeciler, empezaron a brillar más fuerte a medida que apoyaban a Ozal. Sin embargo, los partidarios de la oposición, así como también algunos grupos de la coalición gobernante, han tenido éxito al poner freno a las acciones del presidente.

De todos modos, Ozal parece estar más preocupado con el hecho de que ahora el mundo habla más favorablemente de Turquía. Da la impresión, de que el presidente utiliza la crisis para impulsar la imagen de Turquía en el exterior, lo que también han hecho varios periodistas turcos, con el fin de lograr el apoyo de Washington para el sistema presidencial que tiene en mente para el país (y para él).

La crisis del Golfo todavía no ha concluido y, por tanto, varias hipótesis son posibles. Los turcos piensan que ésta ha puesto en evidencia una serie de realidades: primero, geopolíticamente Turquía aún es importante para Occidente; segundo, hay límites para que Turquía permanezca alejada de los conflictos interárabes; tercero,Turquía puede simpatizar con la causa occidental, pero no puede actuar en Oriente Próximo como centinela para esta o aquella potencia; cuarto, habrá suficiente oposición para frenar y controlar la acción del Gobierno.

Turkkaya Ataöv es profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Ankara y analista político en el periódico Turkish Dady News. Traducción: C. Scavino.

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