Pesadilla en Marbella
Con esta carta quisiera mostrar cómo nos hemos sentido muchos viajeros, españoles y extranjeros, ante las compañías de transporte estatales: Iberia y Renfe. Todo comenzó el 11 de agosto, día en que me trasladé a Madrid para coger el vuelo de Iberia 973 con destino a Montreal. Billete en mano, me aproximé a un mostrador para facturar mi maleta. Allí me dieron la tarjeta de embarque, pero me rogaron que pasase a otro mostrador, donde finalmente nos explicaron a una decena de pasajeros la imposibilidad de coger dicho vuelo debido a un problema de overbooking (venta de más billetes que de plazas dispone el avión), al que la compañía tiene derecho según un real decreto. Indignación general, planes echados por tierra, en mi caso de vacaciones, en otros de trabajo. Mi enfado fue desapareciendo gracias al trato extremadamente amable y educado de una de las señoritas de información que trató por todos los medios de arreglar lo que ya no tenía remedio: el traslado de mis amigos desde el centro de Canadá (Winnipeg) hasta Montreal y el trastorno de nuestros planes de vacaciones.Decidí quedarme unos días en Madrid, y, desgraciadamente, el día de mi vuelta coincidió con las amenazas de bombas de ETA en muchas vías de España. Visto el caos total que presentaba la estación de Chamartín, decidí cambiar mi billete para el día siguiente. Después de hacer cola, me acerqué a la ventanilla libre, porque mi número era el siguiente en aparecer en el panel, y así ganar tiempo. Pues bien, si en Barajas el trato fue educado y correcto, aquí fue todo lo contrario, teniendo que pedir a la señorita que dejase de gritarme y recordase el significado de la palabra educación. Por último, quiero señalar la desconsideración hacia todos los viajeros extranjeros: ni una sola vez se les informó por megafonía en inglés u otros idiomas.-
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