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Aluvión de visitantes al Museo de los Martirios de París, prohibido a los menores

La hoja de la guillotina alcanza su máxima altura. El verdugo suelta entonces la cuerda y el filo implacable del acero vuelve a cortar la cabeza del monarca francés Luis XVI. Esta imagen, una y otra vez repetida, ha conseguido que más de 15.000 personas hayan desfilado ya por el Museo de los Martirios, de París, desde que éste abriese sus puertas hace unos días en el popularísimo fórum de Les Halles.El grupo Kunick ha sido el encargado de exportar desde el Reino Unido una idea cuyo éxito parece ya garantizado por su precedente británico. El gusto por el miedo ha calado también en París, donde la gente acude en masa para poder presenciar el funcionamiento de los más diversos instrumentos de tortura.

Año 1850, el vampiro de Montparnasse ha vuelto a profanar otra tumba en el cementerio, y los cuerpos descuartizados de sus víctimas siembran el terror entre la población.

Realismo excesivo

Escenas de este tipo, perfectamente recreadas pormedio de figuras de fibra dé vidrio, se exponen en pequeñas celdas que recogen con toda exactitud la sordidez del ambiente y han sido la causa de que se prohibiese la entrada en el recinto a los menores de 12 años. La violencia de las imágenes ha levantado la polémica en los medios de comunicación de la capital francesa.

Pero lo cierto es que, verdaderamente, no se escatimó dinero a la hora de buscar el mayor realismo posible: monitor es de rayos láser proyectan rostros humanos sobre algunas figuras que adquieren así una expresividad escalofriante. Las impresiones oloríferas y la reproducción sonora de los gritos de los condenados completan un amplio despliegue de efectos especiales.

El visitante va observando con todo detalle una extensa muestra de métodos de extorsión a lo largo de un recorrido, hecho prácticamente a oscuras, por las dos plantas del edificio: las marcas con hierros candentes, los estiramientos en el potro, la regularidad en la caída de la gota de agua o la deformación de las extremidades humanas se ven acompañados de otros sistemas todavía más sofisticados: una rata es aprisionada en una jaula, cuyo suelo es el estómago de un torturado que se haya tendido en una mesa y atado de pies y manos. Sobreel techo de dicha jaula se deposita carbón al rojo vivo para hacer huir al animal, cuya única escapatoria posible es a través del cuerpo del convicto.

Grabados originales de artistas como Piranèse o Holbein, y la colección de instrumentos de tortura del castillo de Núremberg (cinturones de castidad, hachas, flagelos de todo tipo, etcétera) son el único material histórico real que aporta el museo.

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