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Entrevista:losif BrodskyPremio Nobel de 1987 y uno de los grandes poetas rusos contemporáneos

"Todos somos narcisos"

Juan Arias

Iosif Brodskij, el poeta ruso que fue Nobel y que ha hecho de Estados Unidos su segunda patria, aunque afirma que es "siempre amargo y doloroso el exilio", aterrizó hace unos días en la pequeña localidad siciliana a las faldas del Etna, Castiglione di Sicilia, para recibir un premio que vincula su recuerdo al difunto escritor que fustigó a la Mafia, Leonardo Sciascia. El gran poeta, apoyado en la farola de la plaza del pueblo, frente al bar donde Sciascia solía tomarse "una granizada de limón", firmaba autógrafos con frases italianas como "tenerezza", "sentimenti helli". Después, como hablando consigo mismo, comentaba: "¡qué palabras idiotas!".En la playa del hotel de Taormina donde se alojaba junto con una preciosa jovencita, que vive en París, hija de padre toscano y madre rusa, Brodskij se alejaba y se colocaba en lo alto de un escollo, solitario. El resto del tiempo desaparecía de la circulación. Hablar con él no era fácil, porque, como acabó afirmando él mismo, siguiendo las huellas del poeta inglés W. H. Auden, de quien se siente una "encarnación viviente", prefiere el monólogo al diálogo.

A las preguntas respondía con monosílabos. Sólo con algunos temas se encendía. "Ahora que en Rusia hay democracia, ¿por qué no quiere volver?". "Porque yo vivo ya en democracia", y añade: "Yo soy un péndulo, no un bumerán". Explica que lo que más ha apreciado de Estados Unidos es que "allí te dejan vivir en paz

Se habla de las "raíces", del peligro de perderlas y de si una nueva lengua (Brodskij ha publicado ya en inglés) no supone nuevas raíces. "Los hombres no somos como los árboles, cuyas raíces crecen ha cia abajo. Las nuestras van hacia arriba. El hombre es como un árbol al revés. El árbol se distingue del hombre en que anda con una sola pierna y no cambia de lugar".

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Para Brodskij, el poeta es el instrumento de la lengua, y no al revés. ¿Por qué? Esta vez esboza una sonrisa: "Porque todos somos narcisos".

¿Cómo es en amor el hijo de una intérprete y de un fotógrafo? "Eso se lo deberían preguntar a mis mujeres", responde. Y a quien osa decirle: "Entonces tendrá que darnos sus direcciones", responde seco: "Ni dirección ni teléfono".

Sólo cuando se habla de su padre y de su madre, que dejó en Rusia cuando fue expulsado, se extiende a hablar sin prisas. Advierte que él, contrariamente a Darwin, piensa que los genes funcionan sólo durante una generación. Y así, en su caso, su vida ha sido como la confluencia de las profesiones de sus padres: ella, una traductora e intérprete; él, un geógrafo fallido que acabó dedicándose a la fotografía: "En mí", dice, "existe el fotógrafo de mi padre. El ojo es el órgano más importante del cuerpo humano. Más que la nariz o la oreja. El ojo es el primer instrumento de defensa para quien habita en ambiente enemigo, y es el último que se apaga antes de morir. Y, a veces, aun después de la muerte, sigue abierto. El ojo es el órgano que comunica con la conciencia del hombre, es la base de la opinión estética del hombre".

Estética y ética

Y sigue: "El ser humano percibe el mundo primero estéticamente, y sólo después éticamente. La ética es la reelaboración hecha por la vida a través de la estética. Un niño de dos años llora o ríe, no gracias a una percepción ética, sino estética. Lo mismo ocurre cuando un adulto escoje a su amada. El primer impulso es la estética. En este sentido, soy hijo de un fotógrafo. Cuando yo escribo una poesía, no hago más que traducir en palabras lo que el ojo ve como en fotografía. Es decir, interpreto la imagen que capta el fotógrafo, y, en este interpretar las cosas, soy también hijo de mi madre, traductora e intérprete". Pero si el poeta interpreta la imagen, ¿cómo se explica entonces a Borges? "Porque un hombre ciego traslada su vista a lo hondo de la conciencia. Su interioridad son sus nuevos ojos. Existe siempre en el hombre un formidable mecanismo de compensación".

Según el poeta ruso, para un escritor de versos o prosa, las raíces no cambian nunca, aunque se aleje de su patria, aunque cambie de vida. "Lo que pueden cambiar son los instrumentos", dice. Y, en efecto, su poesía primera, "basada en la monótona métrica", ha cambiado al contacto con el Occidente. "Ha cambiado la métrica que usaba antano y que hoy es más libre. No cambia la percepción, cambian sólo los métodos de expresión".

Y quizá la paz siciliana de Taormina, en una mañana fresca de verano, o la admiración y cariño que lo rodeaba, llevó al poeta ruso a desvelar un secreto íntimo de su vida. "Sé que, diciendo lo que voy a decir, podrían meterme en un manicomio. Pero da lo mismo. Yo me siento como la encarnación viva del poeta inglés W. H. Auden, que conocí y amé en Austria, tras mi expulsión de la Unión Soviética. Me identifiqué con su poesía, con su metafísica y hasta con sus malas costumbres. Hasta el punto de que a veces tengo como la impresión de que es él quien sigue viviendo en mí. Tengo la convicción de que la relación que Auden tenía con el mundo sigue presente dentro de mí"»

Y, explicando qué entendía por "malas costumbres", declaró: "Un cierto desorden, las opiniones fuertes, el egocentrismo y la tendencia al monólogo". Según dijo, Y añadió que, hasta tal punto se había identificado hasta con los vicios de Auden que a su muerte siguió fumando los mismos cigarrillos que él, usaba, "aunque esto", dijo, "me ha costado ya el duro precio de dos infartos". Y en sus manos acariciaba una cajetilla de aquellos cigarrillos, ya casi vacía a las once de la mañana.

Hablando de lo que está sucediendo en la Unión Soviética, esta vez con mayores resistencias, dice que le duele que allí "no se escucha la voz de los poetas, sino la voz de la calle, mientras es la gente la que debería escuchar la voz de los poetas".

Y explicó que Dante Alighieri no escuchaba la lengua de la calle, ni siquiera la de Florencia. "Probablemente escuchaba más la voz de la ciudad de Ravena, y, sobre todo, la voz de Virgilio". ¿Y Gorbachov, qué lengua escucha? Brodskij, tajante, responde: "Sólo la de Genscher", refiriéndose al ministro de Asuntos Exteriores de Alemania.

Pero, si eso es cierto, ¿cómo se explica que uno que ha escuchado sólo dicha voz haya podido llevar a cabo una tal revolución en su país? "Yo no creo que haya sido un solo hombre", responde, sin mirar esta vez al interlocutor, "ni en él están puestas mis esperanzas, sino en los 250 millones que en mi país están dando vida a un cataclismo democrático jamás visto en ningún lugar".

"Hay que tener siempre cuidado con las esperanzas fáciles", afirma, "pero creo que mi pueblo desea de verdad la democracia. Y ha sido ese deseo fuerte de libertad y democracia el que ha dado expresión y ha hecho posible el personaje Gorbachov".

Pero Brodskij, a pesar de su amor por Estados Unidos, su segunda patria, que lo introdujo "al gusto de la libertad", no deja de ser profundamente ruso, no se ha dejado conquistar por su consumismo fácil, y afirma que lo que desea para su país es que pueda vivir en el futuro una gran democracia "que debe conjugarse con la idea socialista de una cierta igualdad para todos, porque en eso", dice, "sí creo firmemente".

Se hace irónico cuando se le pregunta si está de acuerdo con algunos intelectuales europeos que afirman que ha sido el Papa polaco Karol Wojtyla quien ha cambiado el curso de la historia en el este comunista. Esta vez sonríe sin reticencias y dice: "¡Qué sandez!".

Cansancio del verano

En la plaza del pueblecito siciliano de Castiglione di Sicilia, durante la ceremonia del premio, el único sin corbata, con las manos en los bolsillos, con Vargas Llosa y los otros galardonados todos vestidos de punta en blanco, Brodskij quiso leer una de sus poesías. En ruso.

Sonaba como un lamento en la noche, como el eco de un lobo que aullara desde la montaña: "No me he vuelto loco, pero estoy cansado del verano. Buscas una camisa en el cajón, y el día ya se ha ido. Venga el invierno y lo cubra todo, enseguida, las ciudades y la gente y, sobre todo, el verde. Yo dormiré vestido; leeré libros prestados hasta que no se vaya por su camino lo que queda del año, como el perro que huye del ciego y que atraviesa por el paso de peatones. Eres libre si te olvidas el nombre del jefe... y si, con el cerebro estrujado como el cuerno de un carnero, no saldrá ni una gota de su ojo azul".

Brodskij vive en Nueva York, escribe en ruso e inglés, pero todos quedaron convencidos, a su paso por Sicilia, de que entiende el italiano más de lo que parece

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