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LAS VENTAS

Baile de corrales y de inválidos

El larguísimo festejo de ayer, que duró cerca de tres horas, se caracterizó por el baile de corrales debido a la invalidez con que salieron la mayoría de los bicornes, unos cambiados por el usía y otros no. Se abría el grifo de chiqueros y manaban bichos flojísimos a porrillo, con las honrosas excepciones de primero y último.Tres coletudos que se jugaban parte de su temporada les hicieron frente, cada uno a su manera, pero con decisión. Galloso se lució de forma especial con el que abrió plaza, que se asomó dos veces y volvió a meterse, siendo necesaria una doble intervención de Florito, ¡vaya tarde la suya! para que se quedase en la arena definitivamente. Un Galloso con mucho gusto y relajo aprovechó la catadura de este único animal manejable. Tal vez le faltó cruzarse un pelín más para redondear una faena que quedó armónica y deleitosa.

Barral / Galloso, Seseña, Mondéjar

Tres toros, lidiados en 2º, 3º y 4º lugar, de Joaquín Barral; 1º y 6º, de Gabriel Hernández García y Romún Sorando, respectivamente, que sustituían a dos de los anunciados del hierro titular y que fueron devueltos a corrales por inválidos; y 5º, de Viuda de Alicio Tabernero, bien presentados en general, mansos, excepto 1º, manejable; flojos e inválidos, excepto 1º y 6º. José Luis Galloso: ovación y saludos; más palmas que pitos cuando sale a saludar. José Luis Seseña: fuerte petición y vuelta tras un aviso; silencio. Antonio Mondéjar: ovación; palmas.Plaza de Las Ventas, 29 de julio. Casi media entrada.

Al bocinero colorao y ojo de perdiz cuarto, que se acamaba de continuo, se limitó a torearlo límpiamente de salón y, por tanto sin emoción. El sartenazo en los bajos que le endilgó ya no fue tan limpio.

Seseña le echó arrestos máximos a la lidia del peligroso segundo, que se defendía y tiraba gañafones de espanto. El diestro fue ahormando, con muchísimos bemoles, su cabeza derrotona y logró extraerle bellas y escalofriantes series. El pinchazo que precedió a la estocada le hizo perder la oreja. Con el quinto se repitieron exactamente las mismas circunstancias que sucedieron a Galloso en el cuarto.

Mondéjar bregó animoso y sin relieve con el ensillado tercero, que por su flojera también se puso a la defensiva. Al galafatón sexto, de 660 kilos, que llegó aplomado y huidizo, también le porfió con galanura.

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