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Reportaje:LOS SIETE PECADOS CAPITALES / DROGA

Con el 'pico' a cuestas

Juan Roca llegó a hacer sin éxito una huelga de hambre para dejar por sexta vez la heroina

Luz Sánchez-Mellado

Ha vuelto a su estrecha cama de soltero, presidida por un cartel de la exultante anatomía de Samantha Fox. La droga fue minando la convivencia con su mujer y su hijo de ocho años y terminó por romper su matrimonio. Juan Roca está desesperado. Las píldoras con las que engaña su adicción a la heroína mientras espera ser atendido en un centro de rehabilitación son incompatibles con el tratamiento de AZT que recibía para evitar que el virusdel sida le convierta en enfermo incurable. "Están Jugando con mi vida", acusa este joven, que intenta dejar el polvo blanco que ha tiranizado su existencia "a cambio de unos días de placer y siete años de agonía".

Roca empezó a inyectarse heroína por un fracaso comercial. "Había alquilado un local de perfumería en Ventas y no me fueron bien las cosas. Terminé por cerrarlo y, con el dinero del traspaso, acabé de bordar la faena metiéndome en el peor negocio de mi vida, al aceptar la propuesta de un primo mío de invertir la liquidación en la compra de droga con la que traficar a pequeña escala. Tener la droga al alcance de la mano y no probarla es como ir a la playa y no bañarse, así es que mis primeros contactos con el mundo de los estupefacientes y mis primeros picos fueron simultáneos", dice Juan.Volver a la droga

Desde entonces ha logrado superar temporalmente su adicción en cinco ocasiones, dos de ellas con algún tipo de ayuda médica, y el resto "pasando el mono [síndrome de abstinencia] a pelo".

"Se vuelve por divertimento, para terminar de redondear una buena noche con una mujer, o con tus amigos. Siempre tienes la sensación de que sólo vas a seguir por un tiempo y que podrás dejarlo cuando te apetezca; sin embargo, cada vez te enganchas más pronto y con más facilidad", comenta Roca.

Roca no guarda muy buenos recuerdos de los Centros de Atención a Drogodependientes(CAD) por donde ha pasado. "Hay mucha hipocresía en estos lugares; las personas que trabajan allí tienen muy buenas intenciones, te insisten mucho en que cambies de vida, de entorno y de inquietudes, pero no te enseñan cómo. Nos meten en el mismo saco; para ellos, todos los toxicómanos somos iguales, y, desde luego, es muy frustrante que la psicóloga que te está atendiendo fume como un carretero y te machaque con la división entre drogas legales e ¡legales, como diciéndote que ella es la buena y tú eres el rnalo", dice Juan.

Para este joven, que, además de la ruptura de su familia, guardará siempre como recuerdo de su adicción "unos anticuerpos de sida que me aterrorizan y algunos meses de estancla en prisión", el momento más crítico de su dependencia se produjo hace un mes.

"Estaba intentando dejar el caballo [heroína] sin pasar el síndrome, con unas pastillas que me recetaba un médico particular, haciendo también el peligroso sacrificio de renunciar al tratamiento de AZT para los anticuerpos. Un fin de semana me quedé sin píldoras y las farmacias de guardia se negaron a vendérmelas; me vi tan agobiado que volví a comprar heroína. Desesperado por tener que volver a caer en lo que tanto trabajo me costaba evitar, decidí iniciar una huelga de hambre hasta que me garantizaran mi ingreso inmediato en un centro de rehabilitación. Al final, después de 10 días sin comer, sin ninguna respuesta, dejé la huelga, porque veía que me rnoría". Desde entonces, Juan espera turno.

En realidad, Juan Roca no se llama así. "A estas alturas, me da igual que la gente sepa que he sido heroinómano y que tengo anticuerpos, pero no quiero que mi hijo tenga que soportar el rechazo de la gente si se enteran de que su padre es un infectado, porque la mayoría de las personas no saben diferenciar lo que es un portador del virus de lo que, en otros tiempos, era un apestado'o un leproso. Sé que soy capaz de superar mi adicción; sólo falta que me ayuden", concluye".

Esperando a los cocainomanos

Tan sólo en los primeros cinco meses de este año, 50 personas, casi todas ellas jóvenes y del sexo masculino, murieron en Madrid con una jeringuilla clavada en el cuerpo. Según un estudio municipal, tan sólo en Madrid capital hay 10.000 adictos a la heroína o la cocaína. A esta cifra habría que añadir las cerca de 50.000 personas que consumen habitualmente hachis o sus derivados. La infraestructura asistencial con que cuenta el municipio -seis centros de Atención a Drogodependientes (CAD)- y la Comunidad de Madrid -24 centros de atención ambulatoria, 10 de reinserción y unacomunidad terapéutica- es insuficiente. Ahora se encuentran en tratamiento en los CAD de Madrid alrededor de 1.500 drogadictos, mientras que otros 1.000, aproximadamente, esperan turno en sus listas de espera. Sin embargo, los planes de ampliar la red asistencial contra las drogas se topan casi siempre con el rechazo de los residentes en las zonas donde se proyectan nuevos centros. Difícil situación aguarda, pues, a la oleada de cocainómanos que, según los técnicos de los planes municipal y regional contra la droga, acudirá antes de 1992 a demandar ayuda para dejar una adicción forjada en los últimos tres o cuatro años,

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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