Los empresarios y la educación
Acaba de aprobarse en el Congreso la ley que reforma el sistema educativo, tras un debate social no exento de tensiones. Considero que es una ocasión propicia para reflexionar sobre la educación desde el punto de vista del empresariado.Siendo el capital humano de un país un elemento clave para su progreso económico, es fácil comprender que los hombres de empresa atribuyan una importancia decisiva a la educación. En mi opinión, desde la perspectiva de la empresa hay tres grandes capítulos a contemplar en el ámbito de la educación: primero, el conjunto de valores que a través del sistema educativo se inculca en las personas; segundo, la adecuación de dicho sistema a las exigencias de la sociedad en su conjunto; tercero, el marco de libertad en que la educación debe moverse.
A cada uno de estos aspectos quiero referirme en las siguientes líneas.
La exposición de motivos de la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE) afirma, con gran acierto, que "en la educación se transmiten y ejercitan los valores que hacen posible la vida en sociedad...". Se me ocurre que un buen análisis de las bondades y defectos de un sistema educativo consiste en examinar que valores abundan o escasean en la sociedad de nuestros días como punto de partida para subrayar dónde debe ponerse el énfasis, especialmente en esa fase inicial de la educación en que se va conformando la personalidad de niños y adolescentes.
Si nos ceñimos para este análisis al mundo de la población activa, es fácil que concluyamos en un juicio severo sobre los valores predominantes: los niveles de fraude fiscal y de fraude social; la escasa laboriosidad de buena parte de los trabajadores; la insolidaridad de muchos ejecutivos, preocupados en primer lugar por su carrera; el desmedido afán de lucro o la proliferación de conductas especulativas, por no citar sino unos cuantos ejemplos que la realidad nos presenta con tanta frecuencia como crudeza, nos retrata una sociedad que o no ha sido educada en valores éticos elementales o ha olvidado la educación recibida.
Insistir en los compromisos morales que entraña la convivencia, fomentar el sentido de la responsabilidad, educar en el esfuerzo y favorecer un clima de solidaridad son, a mi juicio, requerimientos esenciales de la educación escolar, y no reflejados en el comportamiento hoy dominante entre personas maduras. Por ello es necesario insistir, aunque parezcan valores obvios. Sólo a través de la educación se erradicarán actitudes de incivismo, picaresca y corrupción en niveles que hacen dudar de la salud moral de una sociedad.
Aludía a la adecuación a las exigencias sociales como segundo gran capítulo de las preocupaciones empresariales. En este sentido, la nueva ley da pasos importantes en la potenciación de la formación profesional, y se logrará, sin duda, avanzar en la erradicación de una incomprensible infravaloración social de los estudios profesionales. El lenguaje coloquial es muy expresivo al hablar de titulitis de la sociedad española.
Sin embargo, no basta con estos avances si queremos que la formación profesional esté a la altura de las circunstancias. Me atrevo a decir que mientras la enseñanza profesional forme parte exclusivamente del sistema educativo estatal, complementado con una voluntariosa participación de las empresas, no obtendremos los logros que España necesita en lo que atañe a la cualificación de los futuros trabajadores. Es preciso que las empresas tengan un protagonismo, organizativo y financiero, en un esquema de auténtica formación en alternancia para que se logren los objetivos de calidad y de extensión deseables en materia de formación profesional. Cuando hablo de protagonismo organizativo y financiero me estoy refiriendo a la necesidad de que las empresas pongan cuantiosos recursos a contribución, lejos de los esquemas al uso de la subvención o el estímulo parafiscal. No se puede confiar sólo a los presupuestos estatales el importante esfuerzo económico necesario para una formación profesional seria y competitiva. Este esfuerzo también debe hacerse y administrarse por quienes están más interesados en ese objetivo: los empresarios. Y ello dentro de un marco de libertad muy amplio, que no quede supeditado a pactos o acuerdos donde la politización o la sindicalización de los temas pueda ser una rémora.
Esto me lleva al tercer punto al que aludía al principio: el marco general de libertad.
Nadie discute que entre las misiones de los poderes públicos ocupe un lugar eminente la responsabilidad de la educación. Pero precisamente lo ingente de la tarea hace utópico pensar que el Estado disponga de los recursos humanos y materiales necesarios para acometerla él solo. Lo razonable y lógico en tal caso es abrirse a la colaboración de la iniciativa privada, que debe ser bienvenida y ayudada en el desarrollo de un papel coadyuvante con la responsabilidad del propio Estado. Una actitud así es la que ha permitido una formación dual como la existente en Alemania, que puede considerarse ejemplar.
El recelo, basado en razones ideológicas o políticas, y el deseo de omnipresencia estatal dan al traste con una concepción de la educación como misión de todos, donde la conjunción de esfuerzos es la que permite optimizar situaciones que son francamente mejorables.
Por otra parte, como en tantas otras esferas de la vida empresarial, la competencia es requisito imprescindible para asegurar la calidad. Y, en materia de enseñanza, también para asegurar la igualdad de oportunidades.
El empresario contempla, pues, el acrecentamiento del marco de libertad como inherente al deber social de educar y como condición de progreso de la propia educación. No se olvide que tal exigencia no significa reparto de recursos públicos entre una base mayor, sino aportación también privada de cuantiosos recursos, volcados en sistemas de calidad y no discriminatorios.
No es propósito de estas líneas hacer comentario alguno sobre el contenido concreto de la LOGSE, cuyos avances, por lo demás, han sido subrayados en medios económicos y empresariales. Mi objetivo es sólo transmitir una opinión que, además de ser personal, he visto compartida en diversas reuniones que el Círculo de Empresarios ha mantenido sobre este particular, la última de ellas con asistencia del ministro de Educación. Dado que tales reflexiones son más aplicables al talante con que se desarrolle el sistema educativo que a su propia configuración, entiendo que es momento muy oportuno para que se conozca lo que piensan los empresarios sobre un tema que quizá muchos consideren ajeno a sus preocupaciones y al que son especialmente sensibles.
es presidente de H. Neumann International y vocal de la junta directiva del Círculo de Empresarios.
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