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Dimite el juez que investigaba el caso del avión civil italiano abatido por un misil en 1980

Juan Arias

El caso Ustica, la historia interminable del avión de Itavia precipitado misteriosamente hace 10 años, el 27 deJunio de 1980, en las aguas del Tirreno -al parecer, alcanzado por un misil lanzado por un avión extranjero- y que causó la muerte de 81 personas, vuelve a vivir otra página cuajada de misterios al haber abandonado la investigación el magistrado que la presidía, Vittorio Buccarelli.Dicho magistrado ha justificado su abandono acusando al vicesecretario socialista Giuliano Amato, ex vicepresidente del Gobierno de Craxi, de haberlo acusado de "mentiroso", y ha presentado una querella judicial por difamación contra el líder socialista.

Según Amato, Buccarelli le había confiado en 1986 que antes de que la compañía francesa Ifremer recuperase los restos del avión del fondo del mar, los norteamericanos habían fotografiado ya el avión.

El magistrado asegura que todo ello es falso, mientras que los abogados de los familiares de las víctimas han afirmado que el abandono de la investigación por parte de Buccarelli, acusado diversas veces de haber ocultado la verdad de aquella tragedia, supone "la eliminación del primer obstáculo para llegar al conocimiento de la verdad". Siempre se ha pensado y temido que, en realidad, detrás del caso Ustica se ocultase un espinoso caso de espionaje internacional en el que estarían involucrados varios servicios secretos militares, y que la caída de aquel avión pudiera estar relacionada con el intento de atentar contra el coronel Gaddafi, quien, también según hipótesis nunca confirmadas, volaba aquella tarde sobre Italia.

Pero si, por una parte, la salida de Bucearelli a los 10 años de inútiles investigaciones podría facilitar la búsqueda de la verdad en aquel misterio, por otra podría prolongar enormemente las cosas, ya que su sustituto tendrá que sumergirse en un mar de cientos de miles de páginas de investigación acumuladas durante estos 10 años en los que se han barajado todas las hipótesis sin que se haya llegado nunca a una sola certidumbre.

El mismo jefe del Estado, Francesco Cossiga, que era presidente del Gobierno cuando se precipitó el avión de Itavia, ha confesado que se le había "ocultado la verdad". Y tras haber apoyado siempre a los familiares de las víctimas, ha llegado a afirmar que lo trágico del caso no es que en un país pueda morir un grupo de inocentes, sino que no se logre conocer ni castigar a los responsables.

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