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Meteoro Morin

Milagros Pérez Oliva

De mediana edad, tez morena, anillo con diamante en el dedo pequeño de la mano, pulcrísimo y ataviado con un impecable traje gris, Carlos Guillermo Morin es un hombre alto y recio que ha acumulado en apenas una década un importante patrimonio sanitario. Nacido en Perú de padre francés, Morin se muestra especialmente orgulloso de su ascendencia gala y del antecedente profesional de su progenitor, un cirujano de Burdeos. "Mi padre llegó a tener en París una clínica con 10 quirófanos y 200 enfermeras. Yo pase mi infancia jugando entre batas blancas", dice. Y también de su formación americana, a la que atribuye su meteórico ascenso.Tiene un evidente don de gentes, que él se ha encargado de cultivar con toda clase de instrumentos, desde una estancia como vendedor en la sección de toallas del Corte Inglés en sus años de estudiante, hasta costosos cursos en Estados Unidos. "Pedí aquel trabajo en las rebajas para obervar la psicología de las mujeres", afirma. Al poco era ya promotor de ventas. Terminó su carrera de Medicina en Barcelona y se especializó en las unidades de laparoscopia y Ginecología y Obstetria del hospital de Sant Pau entre 1972 y 1976.

La psicología de la mujer

A la muerte de su padre, volvió a su país materno, Perú, para hacerse cargo de la clínica heredada, pero había pasado ya demasiados años en Europa para adaptarse. "O te quedas en Perú, o te vas a Europa a sufrir, me dijeron. Pero yo decidí sufrir", explica. Su aspecto actual no es, sin embargo, el de un sufridor. Tras un intento fustrado de instalarse en París, Morin volvió a Barcelona hace doce años y se instaló en la medicina privada, primero como responsable de un centro de chequeo y director médico de Fomento Nacional, la patronal catalana y después como impulsor de varias clínicas ginecológicas.La primera se ubicó en el 46 de la calle Anglí y muy pronto se convirtió, por los servicios que prestaba, en un punto de referencia central dentro de la red creada por el movimiento feminista y de planificación fa miliar para afrontar el problema del aborto cuando este estaba totalmente prohibido, y con tinuó siéndolo después, cuando la ley aprobada dejó fuera de los supuestos legales a la mayor parte de los casos.

La expansión ha sido meteórica. Al poco Morin tenía ya tres consultas en la calle Anglí entre ellas una espaciosa torre que alberga ahora la sociedad EMECE, acreditada legalmente para practicar abortos. Una clínica similar abierta en Alicante le ha proporcionado a Morin su más importante disgusto profesional e incluso una breve estancia en la cárcel a causa de una investigación fiscal por supuesta vulneración de la ley del aborto, de la que ha salido sin cargos en su contra.

La primera clínica Ginemedex, ahora centro de diagnóstico, se instaló en un local de 760 metros en la calle Dalmases. La segunda, exclusivamente quirúrgica, ocupa 900 metros del paseo de la Bonanova. No quiere revelar la cuantía de estas inversiones, pero cuando se le pregunta si la ginecología da tanto como para convertirle en potentado, Morin responde: "Si hubiera querido retirarme como un potentado, hubiera podido. Pero todo el fruto de estas iniciativas lo he reinvertido en beneficio de la mujer".

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