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Italia 90

Matthäus, la réplica de Maradona

El capitán de la selección alemana añade talento a un físico excepcional

Santiago Segurola

Matthäus vuelve a la carga. Durante 10 años, el fútbol mundial se ha acostumbrado a la presencia de este centrocampista enérgico en todos los grandes eventos. Rozó la gran época del Borussia de Moenchengladbach, jugó en el Bayern de Múnich y ahora abandera al Inter de Milán. Con la selección, su carrera ha sido igual de intensa. Debutó en 1980, con 19 años. Desde entonces, Matthäus ha añadido los suficientes galones como para encabezar un equipo que de nuevo acude a una final de la Copa del Mundo. Su prestigio le coloca como la réplica a Maradona en el duelo de colosos en el estadio Olímpico de Roma.

Durante su infancia, Lothar Matthäus soñó con seguir la estela del gran Gunther Netzer, uno de los futbolistas más aristocráticos que ha dado Alemania. La fijación de Matthäus por su modelo era tan obsesiva como imposible. Netzer era un lanzador rubio, de tranco largo y pases astronómicos.Matthäus no podía vencer a la naturaleza. Era pequeño y moreno, un bloque de energía que estallaba en cada jugada. Cada mañana pedía a su madre que le midiera. Desolado, comprobaba que su altura nunca alcanzaría la de Gunther Netzer.

Tampoco podría dominar el pase largo, ni manejar la pelota con el zapato de seda de su ídolo. Sí tuvo la recompensa de ingresar en el Borussia de Moenchengladbach, un club que conoció su vertiginosa ascensión en la escala del fútbol europeo bajo la dirección, precisamente, de Netzer.

Fulgurante inicio

Su aparición en el fútbol alemán fue todo un impacto. A los 18 años no tenía ningún respeto por su salud y por la de sus rivales. Incluso sus compañeros llegaron a recriminarle su desordenada combinación de dureza y riesgo.

"Muchacho, está muy bien que no temas a nadie. Pero la carrera de un futbolista es larga y vas a tener que encontrarte muchas veces con esos tipos. Baja los humos", le dijo su compañero Berti Vogts, el implacable lateral derecho del Borussia, ahora ayudante de Franz Beckenbauer en la selección.

Su fama de irreverente fue notable durante sus primeros años, tanto como las dificultades para canalizar toda su energía. Matthäus posee un físico privilegiado, excepcional, aun cuando su 1,73 metros de estatura y sus 72 kilogramos de peso le aparten radicalmente del biotipo de jugador alemán.

Los estudios han descubierto en Matthäus una explosiva combinación atlética. En reposo, tiene 43 pulsaciones por minuto, las mismas que el mítico ciclista italiano, Fausto Coppi. Su abundancia de fibras blancas es digna de un velocista y su capacidad pulmonar es extraordinaria.

Este físico estuvo a punto de traicionar su destino como futbolista. Matthäus mezcló inicialmente muy mal su potencia con el talento para dirigir un equipo. Su fútbol discurrió entre la confusión y el automatismo. Mediados los años ochenta, llegó a pensarse que Matthäus acabaría como uno más de la destilería de jugadores biónicos que produce regularmente Alemania. El traspaso al Bayern de Múnich le permitió ganar experiencia en un club con responsabilidades y aspiraciones máximas, pero no le dio la jefatura en la selección. Todavía hace cuatro años, tuvo que asumir el papel de cancerbero de Maradona en la final de México, un trabajo muy poco gratificante para un futbolista que quiso ser Gunther Netzer.

El toque de distinción lo ha ganado en Italia. Su traspaso al Inter de Milán le ha permitido conocer las sutilezas de la liga más competitiva del mundo.

Matthäus llegó a Italia con su poderoso motor y con una tendencia natural al desorden. El fútbol italiano le ha obligado a administrar su energía y le ha enseñado a gobernarse con sensatez. La superposición de todas estas cualidades, más la experiencia, le ha convertido en uno de los jugadores más determinantes del fútbol mundial y así lo ha demostrado en la selección de su país que tan brillante papel ha desarrollado en la Copa del Mundo.

Matthäus tiene ahora mando en plaza, es el capitán en el más amplio sentido de la palabra, pero no ha perdido la capacidad para estirarse en una fulgurante carrera de 40 metros y rematar con cualquiera de las dos piernas, gracias a la libertad que le ha reportado el entramado táctico urdido por Beckenbauer.

Y pese a su condición de estrella, nadie le verá esconder la pierna o achatarse en un choque. Por todo esto, Matthäus es el hombre que tendrá que luchar con Maradona por la supremacía en el gran duelo, en la final del Mundial, aunque en la mayoría de los aspectos no haya dos jugadores más contrapuestos que estos dos futbolistas.

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