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Italia 90

Schillaci coloca a Italia en semifinales

Santiago Segurola

El mito es definitivo. Comenzó como una fábula de consumo interior y se ha transformado en una de esas historias que dan cuerpo al santoral de las Copas del Mundo. Salvatore Schillaci marcó ayer su cuarto gol en el Mundial. Su autoridad sobre el resto de los futbolistas del torneo es ahora indiscutible.Este pequeño delantero reúne sobre su estampa sureña el triunfo personal de un jugador anónimo hasta hace unos meses y su ascensión meteórica hasta el reino de las figuras de culto en la tribu futbolística. Cuatro goles, cada uno decisivo para la victoria de su equipo, han perfilado la supremacía de Schillaci sobre el resto de los jugadores. Totó, el delantero que estuvo a punto de cerrar su carrera en un humilde club siciliano, es ahora el destinatario de la atención del mundo.

Buen delantero

Su gol fue de buen delantero. Una simpleza si se mira con frialdad. Donadoni sacó un pelotazo muy duro que rechazó Pat Bonner como pudo. La pelota quedó en el limbo del área y allí, Schillaci, metió el pie antes que nadie. Sencillo. Vuelta del revés, la jugada muestra el estado de gracia que vive el delantero italiano. Schillaci llega donde nadie alcanza y mete goles sorprendentes. El penúltimo fue un remate inesperado desde fuera del área, el último, un pase a la red, de los que retratan la precisión y tranquilidad de un futbolista.

No fue una banalidad colorista el gol de Schillaci. Su remate permitió la dificil victoria de Italia ante un equipo que jugó con orgullo, dispuesto a exprimir su suerte hasta el final. Poco importa que el estilo irlandés nos devuelva a la prehistoria. Sobre sus carencias se elevó esta vez el carácter de sus jugadores, la decisión de medirse metro a metro con un equipo de patricios, en casa enemiga, sin ningún pronóstico a su favor. Esta lección de integridad y valor fue un ejemplo para todo el mundo del fútbol.

Llegaron los muchachos irlandeses con el fútbol sanote y tenaz que se esperaba de los buenos bebedores de cerveza o de los protagonistas de alguna historia de puñetazos, chica pelirroja y misa a las 12. En las gradas, el coro irlandés cantaba las viejas canciones de guerra. La coreografía era completa.

En este ambiente sucedió lo imprevisto. Irlanda aguantó a Italia y en algunos momentos colocó en dificultades a la selección local. La sencillez del fútbol irlandés fue mal digerida por los refinados jugadores italianos. En medio de un fuego continuo de balones largos, la selección de Vicini tuvo que plegar velas. La superioridad de sus jugadores quedó rebajada por el duro esfuerzo físico de los rivales. Italia pagó su refinamiento en los choques y en los balones aéreos. Aunque siempre quedó algún momento para la clase de los futbolistas locales, el desarrollo del encuentro fue más apto para fajadores. Los italianos tuvieron que ponerse el buzo para aguantar el acoso adversario y mantener el orden en la apuesta física que les propusieron los futbolistas de Charlton.

En el fregado quedaron muy diluidos los más estetas. Giannini y Baggio sobre todo. Nunca parecieron cómodos entre los poderosos centrocampistas y defensas irlandeses, gente que nunca esconde el tobillo y que difícilmente se deja intimidar en el cuerpo a cuerpo.

El poderoso trabajo de McGrath y Houghton en el centro del campo fue decisivo para dejar con pocas vías de comunicación a los italianos, que tuvieron que vivir pendientes de los destellos de sus jugadores más que de la armonía del juego. El gol de Schillaci fue modélico en este sentido. Llegó en una de las escasas acciones bien hiladas por la selección italiana, en medio de la marejada de balones irlandeses, como también fue ejemplar otro detalle de Schillaci , el friqui tremendo que lanzó al travesaño en la segunda parte. Este ritmo quebradizo de los italianos fue lo más sorprendente del partido. El gol no logró cambiar el tono del encuentro. Simplemente dejó constancia del momento feliz que vive un jugador. Tampoco quiere decir mucho la dificultad italiana ante los rocosos irlandeses. La selección de Charlton camina por libre. Ningún otro equipo va a vivir de los balones a la cazuela para dos tipos de 1,90.

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