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El presidente Bush se niega a revelar los impuestos que piensa subir para rebajar el déficit presupuestario

El presidente George Bush, en su primera respuesta pública a las críticas recibidas por su decisión de considerar un incremento de la presión fiscal, en contra con su más repetida promesa electoral, se negó ayer a revelar qué clase de impuestos iba a subir y aceptó resignado "el asaeteamiento", porque "para eso me pagan". En su primera conferencia de prensa desde que anunció la polémica decisión, Bush dijo no estar dispuesto a desvelar "los detalles de lo que aceptaré o no aceptaré, pero lo más importante es que nos hemos puesto en movimiento para reducir el déficit presupuestario".

Bush anunció el pasado 26, en un comunciado hecho público por la Casa Blanca, que estaba dispuesto a discutir con el Congreso una serie de medidas destinadas a reducir drásticamente el déficit, que alcalzará el próximo año fiscal los 160.000 millones de dólares, entre las que figuraban un incremento de impuestos y una reducción de los gastos, especialmente los destinados a defensa.La decisión presidencial cayó como una bomba en la capital norteamericana, donde no sólo la oposición demócrata sino la conservadora de su propio partido republicano, se la echó "inmediatamente en cara y le recordó su enfática promesa electoral hecha durante el discurso de aceptación de la nominación republicana a la presidencia. En esa ocasión, Bush dijo textualmente: "Léan mis labios, no habra nuevos impuestos".

El presidente dijo que comprendía el riesgo que suponía su decisión, calificada por el New York Times de "beso de la muerte" para algunos candidatos republicanos en las elecciones de noviembre, pero que esperaba "las andanadas" que había recibido. "Las flechas han volado en todas las direcciones, frontalmente, lateralmente Y desde la retaguardia, pero para eso me pagan", dijo Bush, que en otro momento de su rueda de prensa volvió a dar la callada por respuesta cuando le preguntaron si los impuestos directos serían retocados.

El resultado de la negociación bipartida, Administración-Congreso, que Bush pretende terminar en el plazo de un mes, debe ser la obtención de una nueva estrategia presupuestaria, que ponga fin de una vez por todas al déficit sin tener que echar mano de la enmienda Gramm-Rudman-Hollings, que introduce recortes automáticos si el déficit rebasa unos ciertos niveles. Si no se producen los ajustes estructurales previstos antes del comienzo del año Fiscal el primero de octubre próximo, el presupuesto tendría que ser recortado, de acuerdo con la Gramm-Rudman, en una cifra cercana a los 100.000 millones de dólares.

El déficit presupuestario está agravado por la crisis de las cajas de ahorros, cuyas quiebras han provocado un agujero que algunos calculan en 500.000 millones de dólares.

Medidas duras

Bush manifestó que para evitar la reducción de 100.000 millones de dólares en el próximo presupuesto, se requiere la adopción de medidas duras" medidas que, tanto republicanos como demócratas tienen que encarar con firmeza y valor," dijo.Las negociaciones con el Congreso prometen ser duras. Los demócratas, que se han negado a proponer hasta ahora una subida de impuestos para no ser acusados de derrochadores, pretenden concentrar sus esfuerzos en conseguir un mayor aumento de la presión fiscal sobre los más ricos. Pero algo tendrán que dar a cambio, por ejemplo una disminución del impuesto de plusvalías, pedida por Bush. Por su parte, los republicanos no quieren oir hablar de un retoque en las rentas de trabajo personal y quieren concentrarse en una subida de los impuestos indirectos, como la gasolina, el tabaco y el alcohol.

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