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Roland Moreno

Inventor de la teletarjeta inteligente

Diez años de lucha perseverante le llevaron finalmente al éxito internacional. Sus dotes de persuasión y las ventajas indiscutibles de la tarjeta con memoria convencieron a bancos, compañías telefónicas (entre ellas la CTNE) y empresas multinacionales a introducir su invento. Y Roland Moreno, nacido hace 45 años en El Cairo, hijo de apátrida español y madre francesa, saltaba ahora con un pie en sus oficinas de la Rue de Metz, en París, al ver finalmente aceptado el producto incluso por la conservadora Academia Francesa, que lo define con estas palabras en el nuevo diccionario: "Telecarte: tarjeta provista de un dispositivo electrónico concebida para permitir el pago de telecomunicaciones".En todo el mundo circulan ya más de 100 millones. "La idea se me ocurrió en un minuto. ¿Por qué no insertar un microcircuito en esa pieza de plástico común, hasta ahora sólo provista de una banda magnética? Dicho microcircuito podría tener una función de autodefensa contra las intervenciones exteriores a las que están sujetas las restantes tarjetas convencionales, si empre más vulnerables a la falsificación". Al mismo tiempo, sus aplicaciones prácticas iban a resultar más variadas, ya que podía ser utilizada como tarjeta de prepago de un servicio, así como para el almacenamiento de datos de bolsillo, e incluso como llave electrónica de alta seguridad en zonas restringidas de determinadas instalaciones, tales como la Comisión de Energía Atómica y el Centro de Investigación Espacial, que ya la poseen. De las 200 aplicaciones de la telecarte intuidas por su inventor, la telefónica es la que mayor satisfacción (y derechos de propiedad) proporciona a Moreno, quien la considera revolucionaria. "En Francia ya se acabaron los actos de vandalismo en las cabinas. Nadie puede robar monedas. No existen".

Casado con una norteamericana y padre de dos hijas, Moreno, fundador y presidente de Innovatron, sociedad para la creación de ideas, prefiere considerarse descubridor antes que inventor, pues está convencido de que los grandes inventos de la historia ya se han producido y únicamente quedan migajas sobre el largo mantel del progreso de la humanidad.

Su infancia no fue fácil. Dejó su país natal, Egipto, cuando su madre decidió trasladarse a Francia, algo que no quiso secundar el padre. Roland recuerda que fue entregado a los cuidados de un matrimonio en Saint-Maur-des-Fossés, donde el cabeza de familia era conductor de autobús, y él se encontraba solo y no demasiado feliz. Su madre le visitaba los domingos: "Era terrible el momento de la separación, al atardecer". Esta situación terminó al cumplir la edad de nueve años, cuando además de volver a vivir con la madre, ésta le regaló un libro de iniciación a la electricidad que despertó su curiosidad.

El periodismo le atrajo como actividad, y después de vivir la experiencia de reportero en Detective, especializada en crimenes, pasó al semanario L'Express, y de allí a otro periódico dedicado a la divulgación de la química. Fue en enero de 1974 cuando tuvo la ocurrencia de utilizar una memoria distinta a la habitual en los ordenadores. Moreno recalca que el Gobierno francés actuó como agente en el exterior para dar a conocer su descubrimiento, igual que hace con todos los inventores de aquel país. "Ahora, el comité de los Juegos Olimpicos de 1992 me ha nombrado asesor para que diseñe el sistema de tarjeta electrónica que proporcione mayor seguridad a los atletas", dice, satisfecho.

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