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ITALIA 90

Los errores arbitrales encrespan el Mundial

Santiago Segurola

Los árbitros están en el ojo del huracán del Mundial. Las críticas contra sus actuaciones se suceden desde todos los flancos -técnicos, jugadores, periodistas- y cada vez son más airadas. La FIFA aguanta como puede el aluvión de protestas, en un ejercicio de conservadurismo y poca ductilidad. Colegiados como el sueco Fredriksson, el uruguayo Cardellino, el español Soriano Aladrén y el chileno Silva Arce han cometido errores decisivos. Sus actuaciones han puesto de manifiesto la distancia cada vez mayor entre el camino emprendido por el fútbol profesional y el inmovilismo del gremio arbitral.

Partido Rumania-URSS: el juez Cardellino decreta penalti en una mano del soviético Kustnetzov fuera de su área. El árbitro español Soriano Aladrén, juez de línea en aquel partido, apoya la decisión del árbitro principal.Partido Holanda-Egipto: Soriano Aladrén señala penalti en un agarrón del holandés Koeman a un egipcio, que se escapaba hacia la portería de Van Breukelen. La falta se comete fuera del área. Sioriano está obligado a expulsar a Koeman, según la orden dictada por la FIFA el pasado 3 de junio. "Cuando un jugador tiene el camino abierto hacia la portería adversaria con la posibilidad evidente de marcar y se le impide su progresión por agarrón, o derribo, el árbitro deberá expulsar al futbolista que ha cometido esta falta". Soriano se equivocó en sus dos decisiones: pitó penalti y no expulsó a Koeman.

Partido Argentina-URSS: el sueco Fredriksson omite sancionar un penalti por mano de Maradona en su área. El árbitro está a tres metros del jugador.

Partido Camerún-Rumania: Milla derriba al defensa rumano Andone, cuando éste se disponía a despejar un balón aéreo. Milla se llevó la pelota y marcó el primer gol de Camerún. En el mismo encuentro, el árbitro chileno Silva Arce permite el gol rumano, conseguido por Balint en fuera de juego. Estas decisiones se han tomado por los presuntos mejores árbitros del mundo.

Argumentos de la FIFA

La respuesta de la FIFA se ha movido entre la táctica del avestruz, la negativa a aceptar sus errores y los de los árbitros y el traspaso de responsabilidades a otros organismos. Un ejemplo de la posición de la FIFA la ha dado el general sirio Faruk Bouzo, comisario en el encuentro Argentina-URSS. Su informe sobre la actuación de Fredrikkson fue positiva. Del penalti de Maradona dice que el árbitro sueco tenía obstaculizada la visión. Las imágenes de televisión demuestran que entre Maradona y Friedrikkson había tres metros de distancia y ningún jugador por medio.

La FIFA resuelve estos casos con castigos supuestamente ejemplares, pero permanece firme en sus ideas conservadoras. Fredriksson, que era un candidato a dirigir la final y ahora podría quedar apartado incluso de los cuartos de final, y Soriano Aladrén se despedirán de la Copa del Mundo y cerrarán su carrera internacional entrados los dos en los 40.

Sin embargo, la postura, llena de política y cinismo de la FIFA se advierte en las declaraciones de su secretario general, el suizo Joseph Blatter: "No pude ver el partido de Nápoles. Estaba en una recepción en la Embajada estadounidense". Con respecto a los problemas arbitrales en este Mundial, Blatter apela a una simple cuestión numérica: "Tenemos árbitros en abundancia. Tras la primera fase, la mitad volverán a casa". Y en su labor de defensa escoba de la FIFA, el secretario suizo apunta: "La FIFA no tiene árbitros. Son las federaciones las que designan sus colegiados y después, en el caso de Europa, es la UEFA la encargada de seleccionar a los colegiados para el Mundial".

En su descargo, los árbitros alegan sentirse sometidos a una gran presión por la nueva normativa del Mundial en curso.

Mientras tanto, la opinión unánime es que todo cambia menos la posición estratégica de los árbitros Todavía hoy, los colegiados son aficionados, casi todos mayores de 40 años. Desde todas las esquinas se piden medidas que ayuden a mejorar el trabajo de los árbitros, desde el aumento de colegiados en la cancha a la implantación de dispositivos electrónicos en los campos. Pero estas medidas externas son acogidas con pavor por la FIFA, que no quiere perder su control sobre el juego del fútbol.

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