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Jammu contra Cachemira

Las acciones de la guerrilla urbana impulsan la partición del Estado que controla la India

El Frente de Liberación de Jammu y Cachemira (JKLF) ha despertado en este Estado bajo dominación india una doble reacción política. De una parte, ha logrado aunar a los casi cinco millones de musulmanes que pueblan el valle de Cachemira para que se levanten contra el Gobierno de Nueva Delhi y consigan la independencia del Estado. De otra, ha impulsado la movilización política de Jammu, que con sus más de dos millones de habitantes, de los que el 70% son hindúes, exige la división del Estado y la plena integración de la provincia sureña de Jammu en la Unión India.

Ninguna organización armada ha logrado en tan poco tiempo -el JKLF nació en agosto de 1988- un apoyo tan mayoritario de la población. Fuentes periodísticas aseguran que pueden contar con un máximo de 6.000 jóvenes armados o dispuestos a armarse. Sus acciones llevan la marca de la guerrilla urbana, y hasta ahora se han limitado a usar fusiles kaláshnikov, pistolas, granadas y bombas menores, pero tanto el Gobierno indio como ellos aseguran que ya se están haciendo con misiles, lanzagranadas y minas.Bajo el nombre falso de Jalil Muhtad se esconde un muchacho de 26 años y ojos inquietos. Asegura que es un muyahidin de Hezbolá y que su partido ha llegado a un acuerdo con el JKLF, grupo que es secular, para luchar juntos. "Nuestro fin es el mismo, la independencia de Cachemira. Ellos lo entienden como liberación política y nosotros como guerra santa", señala.

Muhtad, hijo de un policía de Srinagar, capital del Estado, afirma que la población les facilita cobijo y alimentos. "La gente sabe que soy un guerrillero, pero el Ejército y las fuerzas paramilitares centrales no tienen ni idea y buscan donde no encuentran".

Para el profesor de Física y líder del Jammu Mukti Morcha (Frente de Liberación de Jammu), Rupta Virender, las exigencias del JKLF sólo pueden hacer que el mosaico indio se despedace. Su partido, creado hace sólo cuatro meses y en respuesta a la revuelta del valle de Cachemira, exige la división de este Estado y la plena integración de la provincia de Jammu en la Unión India.

"Nosotros somos los que más sufrimos los extremismos de los cachemires", asegura Virender. Jammu se queja de que en el momento de la partición del imperio británico y la creación de India y Pakistán (1947) nadie quiso escuchar sus voces de que querían integrarse en la India. "Porque los cachemires querían formar parte de Pakistán, todo el Estado recibió un estatuto especial, en el que son ellos, los cachemires, los que obtienen todas las ventajas".

La bandera independentista

Jammu es una zona montañosa de 2.000 kilómetros cuadrados y clima tropical. Cachemira es un valle de 1.000 kilómetros cuadrados, un clima más benigno y una belleza natural que convirtió a Srinagar en la capital veraniega de numerosos maharajás. Las rivalidades entre las dos provincias y entre las comunidades hindú y musulmana que mayoritariamente pueblan una y otra causaron en 1947 decenas de miles de muertos en ambas.El hecho de que la bandera de lucha del JKLF sea la independencia de todo el Estado de Jammu y Cachemira -un tercio del cual está bajo dominio paquistaní- ha provocado la reacción de Jammu, que se apoya en un reforzamiento del fundamentalismo hindú. Desde que en enero comenzó la lucha abierta entre el Ejército indio y los militantes cachemires han aparecido varios grupos políticos a la sombra del partido Baratiya Janata (BJP), que representa la extrema derecha de la coalición gubernamental formada tras las elecciones de diciembre pasado.

La llegada de los primeros refugiados hindúes del valle, en febrero pasado, provocó algunos incidentes entre la población hindú musulmana de Jammu. Hasta el momento han sido aislados, pero grupos como Shir Sena se plantean el tomar las armas para defender los intereses de Jammu y de los hindúes. Un total de 450 familias hindúes y 50 sijs escaparon, con el apoyo del Gobierno central, del infierno en que se ha convertido el valle. Muchas de ellas proceden del centro de Srinagar, donde se han desarrollado los mayores choques armados; otras, de las aldeas cercanas a la línea de alto el fuego, en las que la lucha ha sido también a sangre y fuego.

"No se puede vivir en Cachemira. Estábamos como en la cárcel. Prisioneros dentro de nuestras casas", afirma Kupuwara Prakash, de 50 años, que como los demás refugiados habita en una tienda facilitada por el Gobierno central. Prakash ha sacado fuerzas de flaqueza, y como las 1.000 rupias (5.200 pesetas) por mes que le da el Gobierno no bastan para alimentar a los cincos miembros de su familia, ha comenzado a vender verduras en el campamento.

El toque de queda -que ha estado implantado 15 días sin interrupción-, los tiroteos cruzados, las huelgas generales y la imposibilidad de ganarse la vida movieron a estas familias a abandonar sus casas, pero conforme pasan los días y el calor de Jammu aprieta sobre las tiendas de lona en que se cobijan va creciendo el resentimiento hacia los militantes y los musulmanes en general. El miércoles se manifestaron en Jammu unos 12.000 funcionarios del Gobierno central que trabajaban en el valle de Cachemira y han sido conminados a volver a sus puestos. Todos ellos hindúes -una de las causas de la revuelta cachemir-, afirman que su vida peligra y se niegan a meterse en una jaula donde pueden asesinarles sin contemplaciones.

Según los cachemires, los hindúes se fueron incitados por el anterior gobernador, Jagmohan, conocido por su fundamentalismo hindú y causante del genocidio del 21 de mayo, en que las Fuerzas Armadas dipararon contra la procesión que llevaba el cuerpo yacente del m¡rwaíz (líder religioso) asesinado esa mañana.

Suaran Kata tiene 50 años y ésta es la segunda vez que emprende el camino del exilio. Primero fue en 1948, cuando Muzafarabad, su pueblo natal, quedó incluido en la zona cachemira bajo dominio paquistaní. La segunda, el 3 de marzo pasado. Su hermano Gulam Ash no quiso abandonar su casa y dos semanas más tarde lo pagó con su vida. También en las cercanías de Muzafarabad se ha establecido un grupo de musulmanes huidos de las "continuas vejaciones" del Ejército indio y temerosos de su futuro. A pesar de encontrarse ahora bajo dominio paquistaní, Mohamed Alí, de 42 años, señaló que lo que quiere es la independencia.

Sin duda, el gran triunfo del JKLF es el sentimiento unitario, tan difícil en estas tierras, a favor de la independencia del Estado.

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