Iliescu perdió su oportunidad
Ayer fracasaron definitivamente los intentos del Frente de Salva¡orial (FSN) por presene la población rumana y la opinión pública internacional como un régimen civilizado, homologable con los países ex socialistas en real transición hacia la democracia. El fraude en las elecciones fue aceptado en Occidente como lógico "defecto de forma" por la historia rumana.La barbarie bajo auspicio oficial que se volvió a adueñar ayer de este país pone gravemente en entredicho la credibilidad democrática de las autoridades. Existen serias dudas de que logren sobrevivir a la crisis. Los rumores sobre una intervención militar son intensos y son muchos los indicios de que algo se está moviendo en la abierta lucha entre el aparato poficial y las fuerzas armadas.
El ministro de Defensa, Victor Stanculescu, viajó el miercoles a Berlín para asistir a una reunión del Pacto de Varosvia, pero esa misma noche volvió a Bucarest al conocerse el asalto al ministerio del Interior y a la televisión. Todo apunta a que las Fuerzas Armadas quieren guardar su quizá inmerecido pero sólido prestigio como "autoras de la revolución contra Ceaucescu".
El miércoles todo empezó con el desalojo de la Plaza de la Universidad, ocupada desde hace casi tres meses por un reducido grupo de huelguistas de hambre y estudiantes que exigían la depuración de viejos comunistas en el poder. El presidente, Ion Iliescu, se niega porque es uno de ellos y el primer ministro, Petre Roman, por su calidad de sunnyboy de la nomenklatura del ejecutado Ceaucescu.
Gran misterio
Otro gran misterio es la súbita conversión de unas decenas de opositores cuasi místicos, dedicados a rezar, cantar y contar sus cuitas a la prensa extranjera, en un grupo pequeño pero aguerrido de asaltantes que, con una actuación en comando, tomaron nada menos que la jefatura de la policía y la televisión, ésta protegida por el ejército. Que los casi conmovedores personajes de la ocupación de la plaza robaran armas y las usaran ayer por la noche es también, cuando menos, chocante.
Quizá tenga todo algo que ver con el comunicado del Comité de Acción para la Democratización del Ejército (CADA), emitido días antes de abrirse el nuevo Parlamento. En él se vertían duros ataques contra el ministro del Interior, Mitaig Chitac, se pedía su dimisión y se elogiaba al ministro de Defensa, el misterioso y ambicioso Stanculescu. Este personaje parece tener buen instinto para la oportunidad como muestra que en los días previos a la caída de Ceaucescu se hizo escayolar una pierna para, supuestamente, no verse envuelto en la represión de las protestas.
Las espantosas imágenes vividas en Bucarest en la madrugada de ayer no fortalecen la posición de lliescu. Con ayuda de la masa manipulada y radicalizada puede ganar una guerra civil a las clases urbanas y educadas, en clara minoría en Rumania. Puede, sin embargo, que la pierda contra un ejército que, como se va demostrando, no le apoya.
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