'¡Fuera !'
JOAQUIN VIDAL "¡Fueraaa!", gritaron 30 personas, mal contadas, y se abrazaban, y uno invitó a copas. Quién lo habría de pensar. Quién habría podido creer, a las cinco de la tarde, que una horita después un balonazo a las gradas provocaría el único grito jubiloso de todo el partido.
Una hora después de las cinco de la tarde la gente ya estaba hasta el gorro de la selección y de los seleccionados. Una hora y tres cuartos después, cuando el árbitro pitó el final, ya no había opción a la esperanza, y alguien pronunció la frase lapidaria: "A estos los metía yo en una mina a sacar carbón".
Cuando empezó, las calles no estaban desiertas pero poco les faltaba. Una taxista diría después que, por primera vez en su vida, había podido hacer en hora y media 60 kilómetros de trayectos, sin encontrar atascos. Los bares tampoco estaban Henos. Incluso los había solitarios. Ante los escaparates de las tiendas de electrodomésticos se agrupaban unas cuantas personas, veían un ratito de partido y se marchaban con gesto de aburrimiento. Es lógico: un 0-0 se aguanta difícilmente, de pie y a palo seco.
Había bares con cierta animación. No muchos. "Es por la hora", explicaba un encargado. "Si el partido hubiera sido a las ocho, habría gente hasta en la calle". En el segundo tiempo los seleccionados empezaron a hacer de las suyas -es decir, nada-, y las jugadas ya ni se comentaban. Algunos se desentendían de la televisión y atendían a las máquinas tragaperras.
En un bar habían hecho peña 20 chavales, que animaban a la selección con tantos aplausos y Españas -¡Es-pa-ña, Es-paña! como si estuvieran en Udine. Eso fue al principio, porque también se cansaron de animar a quienes no parecían tener ánimos para nada. Uno de los chavales se convirtió en el gafe del equipo uruguayo. Anticipaba lo que iba a suceder, con rara intuición premonitoria, y decía; por ejemplo: "Avanza Aguilera, se escurre, se pega una hostia..." Efectivamente, Aguilera se escurría, se pegaba lo que había anunciado el chaval... Fue maravilloso. Sus amiguitos los celebraban con grandes risas.
El silencio conformista de otro bar se rompió de súbito al narrar el locutor: "¡Empujón de Butragueño!". "¡Lo ha mencionado, lo ha mencionado!", exclamaban los clientes. Se comentaba que era la primera acción de Butragueño; seguramente con mala fe, pues era el segundo tiempo y algo habría hecho, aparte de pegar un empujón. Luego vino el penalti. Rubén Sosa apuntó al marco, le dio a una vieja que se había colado en la grada y "¡Fueraaa!". La afición sólo tuvo ese motivo de alegría en todo el partido, quién lo habría podido creer. Así que acabó aquello, cada cual pagó su consumición y había quien se marchaba diciendo que le daba vergüenza ser español. En el fondo no era verdad, pero es que hay gente muy sentida.
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