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Javier Gurruchaga

En su nueva etapa, el músico se vuelve camaleón

Juan Cruz

Javier Gurruchaga es, además de un showman que ha llenado los escenarios con su apariencia histriónica, un noctámbulo que pasea por Madrid su insomnio. La próxima semana presenta su nuevo disco en solitario y en seguida empieza una gira "con mucha marcha, pero con menos circoEquipado con bolsas de grandes almacenes en las que guarda todos los periódicos de la noche, dotado cada día de un par de sus 40 gafas graduadas distintas, el autor de Viaje con nosotros acude siempre a los mismos lugares, se nutre de similares alimentos -ahora ha abandonado los postres, que le fascinan, porque está en periodo de adelgazamiento- y toma sólo bebidas carbónicas.

Con su atuendo vaquero y una timidez que le viene de la infancia, uno de los principales histriones que ha tenido el escenario español parece un joven de COU que ocultara tímidamente el acné juvenil. Ahora está dispuesto a ser de nuevo Mr. Hyde: la próxima semana presenta su nuevo disco, que lleva un título que le define, Música para camaleones, en honor de su admirado Truman Capote. Por primera vez se despoja de la Orquesta Mondragón -por un tiempo: "Se toman vacaciones"- y actúa en solitario, con algunos de los músicos que antes le apoyaron. "Ahora cantaré al sueño, al amor y al desamor, pero lo haré con menos circo en el escenario. Aunque con la misma marcha".

Gurruchaga nació en San Sebastián hace 32 años, "cuando Elvis Presley se iba al cuartel". Desde entonces ha crecido a disgusto. "Cuando comenzaba a hacerme un adolescente y veía a mi alrededor a mis compañeros fumando para hacerse más hombres, yo me ocultaba". Como Óscar, el personaje de El tambor de hojalata, de Günter Grass. Gurruchaga es un lector empedernido e insomne: ese libro y su película le fascinaron. Un día, el año pasado en París, descubrió por sorpresa a David Bennet, el actor que hizo de Óscar en el filme basado en la citada novela de Grass. "Fue el primer autógrafo que pedí en mi vida: me había fascinado aquella historia y me había identificado bastante con la historia de Óscar". (El segundo se lo firmó Federicó Fellini, que le pidió por casualidad un bolígrafo en una librería de Roma.)

Desde que se dio cuenta de que era imposible mantenerse como un niño, Gurruchaga ha tratado de jugar con la apariencia. "Adelgazo, engordo, me dejo barba, me la quito, uso gafas diversas: trato de jugar ante el espejo, y cada día descubro a alguien diferente". Su cuento favorito es uno de Giovanni Papini, El espejo que huye. "Narra la historia de un anciano que se mira a un espejo y descubre que aquel que se le aparece es otro. Y en realidad es él mismo cuando era joven y bello". Como de niño era pobre -"pero no pasé hambre, mi madre es una gran cocinera"-, su primer juguete -el único- fue un espejo.

"En él me descubrí, en él me sigo descubriendo, y supongo que alguna vez me pasará como al anciano de Papini". Ese caráter que se busca y que se dobla es, según Gurruchaga, el que justifica el título de su nuevo disco. Lo explica con palabras de Truman Capote: "Camaleones, qué bellas criaturas, qué facilidad para cambiar de color: rojo, lima, rosa, espliego. ¿Y sabían ustedes que además les gusta la música?".

"Este título", dice, "resume el sentido camaleónico, ecléctico, de mi música y de mi propia voz. Quiero que la gente juegue conmigo a ser camaleona".

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