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FIESTAS DE SAN ISIDRO

Todo a espadas

Los jóvenes novilleros de Madrid tienen que empeñar su futuro para poder torear

Luz Sánchez-Mellado

El Javi vive en Fuenlabrada, ayuda en el bar de su familia y por las tardes entrena en la finca de un familiar. Él, como su amigo Luis Milla, de San Martín de la Vega, son dos de los cientos de jóvenes madrileños que han decidido cambiar los libros por el capote. Con 23 años, son los decanos de una generación de novilleros que aprendieron a dar los primeros pases en la escuela de tauromaquia de la Casa de Campo y que ahora luchan por toma la alternativa e hipotecan sus ingresos para costearse novilladas con la íntima convicción de que algún día les llamarán maestros

En el bar Garpes, de Fuenlabrada, las paredes están empapeladas con fotos del primogénito del propietario en trance de bordar verónicas y chicuelinas, y la imponente testa del novillo Ponderoso, muerto de un certero estocazo de El Javi, reina sobre la conversación monográfica de los parroquianos. Esa tarde torea el chico en las fiestas de San Martín de la Vega y el tiempo, lluvioso y desapacible, no ayuda gran cosa a que se materialice la obsesión de la concurrencia: que El Javi quede bien.Desde que a los 14 años, pitillo en boca, Javier García del Peso se presentara en la escuela de la Casa de Campo proclamando con descaro sus ganas de ser torero, el quedar bien ha sido y es la meta de este muchacho que por la mañana sirve cañas y carajillos y por la tarde acude a un tentadero de Parla con Luis Milla, el novillero de San Martín, y algún otro compañero de fatigas a bandear el aire con capote y muleta y a acribillar el lomo de goma de un toro con ruedas.

"Yo me aficioné como todos éstos", dice El Javi señalando al grupo de muchachos que entrenan en la arena del coso de pruebas. "A mi padre le regalaban abonos para las temporadas de Las Ventas y dándole 20 duros al portero me dejaban entrar con él cuando era un crío, y de tanto ir el cántaro a la fuente me entró el gusanillo y decidí que quería ser torero; desde luego no sabía lo que me esperaba".

Luis Milla fue también alumno de la escuela de tauromaquia. "Aunque allí aprendimos a pegar los primeros muletazos", puntualiza Luis, "donde realmente nos desbravamos fue en el espectáculo cómico taurino del Gran Kiki". "Con ellos recorrimos varias veces toda España matando becerros en la parte seria del número, disfrazándonos luego de monos o de futbolistas, y cargando y descargando el equipo para ganarnos 500 pesetas diarias, pero a pesar de todo aprendimos muchísimo".

La 'ley del 33'

Después de esta etapa de formación comenzamos a torear becerradas, y aquí ya empezamos a conocer el verdadero mundillo del toro desde abajo. Te tienes que buscar un apoderado que te lleve y que te pague los gastos de las corridas juntándose con otros dos para pagar a medias el cartel".

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El Javi hace alusión a la llamada ley del 33, precepto no escrito por el que los novilleros noveles, lejos de cobrar por lidiar y matar novillos, han de costear -si no tienen la suerte de tener un apoderado- el 33% de las corridas en las que torean. De esta suerte, si el joven aspirante a matador de toros no tiene quién le pague su 33% a cuenta de los ingresos de taquilla, puede torear al año tantas veces como su economía le permita sufragar su parte alícuota en los costes de la corrida. O sea, dos, una o ninguna.

"Nosotros podemos darnos con un canto en los dientes, porque hemos encontrado a alguien que conflia en nosotros y nos paga las corridas -aunque estos gastos los tenemos pendientes para abonarlos cuando seamos figuras-, pero de todas formas tenemos bastantes dificultades para seguir toreando, porque los trastos del oficio son muy caros y duran lo que tarda un novillo en hacer jirones un capote nuevo, que cuesta 30.000 pesetas, o destrozar un vestido de torear que ha costado 180.000 pesetas y que te tiene que durar varias temporadas lavándolo en la bañera con un cepillo de dientes para quitar la sangre de los alamares", dice Luis, que vende fruta para ayudarse a pagar estas herramientas de trabajo.

Tienen la vista puesta en el redondel de la plaza de Las Ventas y, sobre todo, en el día de ese verano en el que, de blanco, como mandan los cánones, tomen la alternativa como matadores de toros. Mientras tanto, El Javi y Luis Milla no pierden el optimismo. "Ya nos desquitaremos cuando ganemos cinco millones por corrida y se nos rifen los empresarios y las muchachas", sentencian.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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