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Los penetrantes ojos de una mujer

El fiscal rebaja a 15 años la petición de cárcel para la presunta homicida de la vidente Blanca Suárez

Antonio López Bengoechea, conserje de la finca número 44 de la calle de Abtao, aseguró ante el tribunal que los ojos de la mujer que estaba sentada en el banquillo de los acusados eran los mismos que se le quedaron clavados aquel 23 de agosto de 1988, cuando fue a investigar qué eran aquellos gritos que salían del piso de la vidente María Blanca Suárez González de 69 años. Pero llamó al timbre y le abrió una desconocida que empuñaba un arma: "Si te mueves, te vuelo la cabeza", le dijo. Y desde entonces vive obsesionado por aquella mirada penetrante.

Oliva Amparo Casado García, acusada de homicidio, no ha perdido les nervios en ninguna de las sesiones del juicio oral que se ha celebrado hasta ahora contra ella en la Audiencia Provincial de Madrid. Pese a que están en juego los 12 próximos años de su vida, ella se ha mostrado en todo momento imperturbable, altiva y elegante.El fiscal, Luis López Sanz, sostiene que Oliva fue la persona que el 23 de agosto de 1988 llegó al apartamento de la madrileña calle de Abtao, número 44, para visitar a María Blanca Suárez, vidente que se dedicaba a leer el futuro en los posos del café. A los pocos minutos la procesada sacó de su bolso una pesada mano de un almirez de bronce de 25 centímetros de longitud y asestó 24 golpes en la cabeza de la víctima, según el acusador público.

Pese a tal lluvia de golpes, que le ocasionaron la fractura del hueso parietal izquierdo, María Blanca Suárez seguía profiriendo gritos. Con el fin de acallar éstos, "la procesada tomó un cuchillo de cocina y efectuó des profundos cortes en ambas muñecas de la víctima, provocando una fuerte hemorragia" que desencadenó el fallecimiento de la vidente, según el relato de las conclusiones provisionales del fiscal.

Los gritos de la víctima fueron escuchados por un vecino que corrió a dar la alerta al conserje del edificio, Antonio López Bengoechea, que se armó de una pistola de juguete y subió hasta el cuarto piso. Llamó al timbre y le abrió la puerta una desconocida, que a su vez empuñaba otra pistola. La mujer huyó como una exhalación. Pero su mirada se quedó grabada a fuego en el cerebro del conserje. Ahora, esa mirada se ha convertido en la principal prueba del caso que se está juzgando en los tribunales.

Incidente con un taxista

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La misteriosa asesina, que el día del crimen vestía una falda-pantalón estampada y una blusa a juego, bajó a la calle de Abtao y siguió hasta la de Cavanilles, donde, cogió un taxi e indicó al conductor, Angel García García, que se dirigiese hacia la plaza de Manuel Becerra. Cuando iba a meterse por la calle de Abtao, la pasajera ordenó al chófer con rotundidad: "No, por esa calle no entre". Después, mientras circulaban por la calle del Doctor Esquerdo, la pasajera descendió precipitadamente a la altura de Hermosilla.

El taxista recordó en la sesión judicial celebrada el pasado martes que "la pasajera iba muy nerviosa y alterada" y añadió que lo que más le había llamado la atención era su mirada porque era "muy penetrante".

La procesada fue detenida el 20 de octubre de 1988 en su domicilio de la calle de Ramón de Aguinaga, después de que la policía montase una operación de vigilancia en los alrededores de la plaza de Manuel Becerra por tener la convicción de que la presunta homicida se había apeado del taxi en esa zona porque vivía en las inmediaciones. El portero Antonio López Bengoechea participó en esas vigilancias y un día se dio de frente en la calle con Oliva Amparo Casado, a la que reconoció como la mujer de la mirada penetrante.

La acusada del denominado crimen del almirez es viuda y madre de cuatro hijos. Junto con su amiga Luz Divina Zamora Antón, es propietaria de un negocio de distribución de material ortopédico para farmacias. Su padre, que falleció en 1973, era dueño de un taller de fundición de bronces.

En la sesión del pasado viernes, el psiquiatra Fabriciano Jiménez Cubero declaró que la procesada puede presentar ocasionalmente "destellos de arrebatada ira", además de apreciar en ella un marcado egocentrismo. "Desempeña muy bien su papel, sabe estar y obtiene el prestigio que busca allí donde está, incluso en la cárcel".

Sentido de la coartada

El doctor Jiménez Cubero dijo también que en las conversaciones que mantuvo con Oliva ésta mostró un sentido exagerado de la coartada, ya que de forma instintiva fue incapaz de decir bien la palabra almirez, pronunciando almidrez.

A propuesta de Francisca Cobo, abogada defensora de la procesada, el doctor José María Poveda de Agustín declaró que la posible agresividad de ésta va dirigida más hacia ella misma que hacia afuera. Añadió que Oliva padece hipotiroidismo, lo cual puede hacer que psicológicamente le cueste mucho llevar a cabo una actividad física fuerte.

El caso quedará visto para sentencia el próximo miércoles. El fiscal López Sanz elevará a definitivas sus conclusiones y pedirá 15 años de prisión para la procesada por creerla autora de un delito de homicidio (y no de asesinato, como él había estimado inicialmente). La abogada Cobo repetirá una vez más que su clienta es inocente y solicitará a la sala su absolución.

La viuda y su perra 'Yaki'

La vieja y fiel perra Yaki lloraba de forma lastimera junto al cadáver de su ama, la vidente María Blanca Suárez, cuando el portero y la policía entraron en su apartamento de la calle de Abtao. El sumiso animal, si pudiera hablar, sería el único que podría decir quién y por qué la mató. Porque el móvil del crimen sigue siendo un enigma que no han logrado desvelar las investigaciones policiales ni las judiciales.Suárez estuvo casada con un militar, del que enviudó cuando apenas había cumplido 30 años. Nadie sabe cómo se inició en las artes adivinatorias. Pero quienes la conocieron aseguran que tenía una larga lista de clientes. Ella presumía de que entre estas personas se encontraba Carmen Polo de Franco. Cobraba 2.500 pesetas por sesión.

La víctima del crimen habitaba un pequeño apartamento decorado con fotografías del general Franco y de José Antonio Primo de Rivera, además de banderas, símbolos y emblemas de varios partidos de ultraderecha.

Dicen sus amistades que su actividad esotérica le hacía ganar mucho dinero, pero añaden que también dilapidaba grandes sumas en jugar al bingo, a la lotería y al cupón de la ONCE. La persona que mató a la vidente registró los armarios y encontró un sobre con 30.000 pesetas, que dejó allí abandonado.

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