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La guerra que arrancó 'coja'

Quince meses de lucha desigual en EE UU contra el problema de la droga

PERU EGURBIDE William Bennet fumó 40 cigarrillos diarios hasta el día mismo en que, hace ahora 15 meses, fue investido por el presidente George George Bush como zar norteamericano para la lucha contra la droga; y, hay, quien dice que la abstención del tabaco reforzó el carácter algo brusco de este alto funcionario, polémico durante su mandato previo como secretario de Educación, que continua expresándose sin complejos en esta etapa: "Siguiendo una pauta típicamente norteamericana, no estamos siendo todo lo sistemáticos que debiéramos", reconoce el director de la Oficina de Política Nacional para el Control de Drogas. "Simplemente, ponemos todo lo que tenemos sobre la mesa: programas educativos, anuncios de televisión, el Ejército norte américano, el peso de la ley... Quisiéramos creer que la estrategia responde a un análisis concienzudo y, sistemático, pero la política del Gobierno de Estados Unidos no es idéntica a lo que hace la nación. La nación hace un millón de cosas al mismo tiempo. Este país funciona así, y ello es parte de su encanto y de su fuerza".El presupuesto federal para la. lucha antidroga refleja algunas incoherencias. El Gobierno de Estados Unidos gastará este año 9.483 millones de dólares (algo más de un billón de pesetas) en esta guerra declarada contra el nuevo enemigo exterior e interior de la nación norteamericana. La cifra, casi un 50% superior a la de 1989, es muy importante para niveles europeos, pero no tanto si se la compara con otros gastos presupuestados en la superpotencia: 1.000 millones de dólares para la reforma del aeropuerto de Washington o 300.000 millones de dólares para Defensa.

Sólo el 20% de ese presupuesto global será dedicado a programas de prevención y rehabilitación, que reciben también financiación de los estados. El resto va casi íntegramente a sufragar los gastos que ocasiona la intercepción de alijos, traficantes y consumidores de drogas, por el Ejército, Aduanas o la Policía. La parte del presupuesto dedicada a la lucha contra el blanqueo de dinero es Insignificante.

Este desglose resulta contradictorio con objetivos declarados de la política estadounidense, ya que todos sus protagonistas, desde Bush hasta el último burócrata, han reiterado que el control del blanqueo de dinero es la principal arma de combate frente a las mafias que controlan el mercado de la droga.

Una tarea imposible

por otra parte, un estudio realizado en 1989 por la Rand Corporation, a instancias del Departamento de Defensa, estima "extraordinariamente difícil reducir el consumo de cocaína en este país en tan sólo un 5%, reforzando la intercepción", El mismo estudio sugiere que una intercepción reforzada significaría, probablemente, mayores beneficios para las grandes mafias.

Algunas de estas contradicciones remiten directamente, no ya a la cliversidad de los estados, que señala Bennet, sino a una diversidad de actitudes entre los Departamentos que conforman el Goblerno federal. En la práctica, parece que la droga puede ser muy mala para el Departamento de Justicia, menos mala para el Tesoro y relativamente útil para los Departamentos de Estado y de Defensa.

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También los resultados logrados hasta aquí por esta guerra son objeto de polémica, sobre la base de una estadística aún incipiente. Los sondeos anuales del National Institute for Drug Abuse (NIDA) indican que el procentaje de preuniversitarios que han probado alguna vez marihuana disminuyó en cinco puntos (del 54,2% al 47,2%) entre 1985 y 1988, y que hay un descenso similar entre los que han probado la cocaína. Además, el sondeo del NIDA constata que el número de personas que consumieron cocaína una sola vez al año pasó de 12 millones a 8 millones, durante el mismo periodo. Este último dato, sobre todo, es esgrimido por los responsables políticos como prueba de que el programa está consiguiendo reducir el consumo ocasional y, por tanto, las posibilidades de que surjan nuevos adictos.

Los sondeos del NIDA chocan con una realidad que sé deduce tanto de la evolución a la baja de los precios de mercado como de las estimaciones de los agentes de la ley: el volumen de drogas que entra en EE UU sigue creciendo, por lo que es lógico que también siga creciendo el consumo.

Los responsables estadounidenses de la guerra antidroga consideran ahora que los programas de reducción de la demanda son el medio más eficaz para afrontar el problema, aunque la distribución del presupuesto federal contradice ese planteamiento. El nuevo enfoque de la Administración de Bush sirve de eco a las protestas de los países productores, que no se consideran los principales responsables de la expansión del narcotráfico. Pero resulta coherente, sobre todo, con una tendencla que se apunta en el Congreso a gastar dentro de EE UU las sumas que se piensa transférir a los países andinos para subvencionar la sustitución de cultivos.

Claro que el concepto de prevención vigente en EE UU, como eje de la política de control de la demanda, incluye buenas dosis de jarabe de palo. Herbert Kleber, subdirector responsable de estos programas en la oficina de Bennet, resume así el enfoque: "La experiencia nos ha demostrado que no es suficiente informar sobre drogas en las escuelas. Hay que disuadir a los jóvenes, con mensajes como 'si tomas drogas, te echarán del colegio, llamarán a tus padres Y, si te vuelven a coger, irás a una escuela especial. Hay un policía en la esquina que te espera".

Sanciones duras

Por lo que se refiere a los adultos, las leves federales establecen que cualquier persona sorprendida en simple posesión de cualquier cantidada de droga puede ser condenada hasta un año de prisión y a una multa mínima de 1.000 dólares. Pero hay, leyes estatales mucho más estrictas. En Nueva York, donde trabaja Johnson, la simple posesión de 102 gramos de cocaína o heroína, o de 56 gramos de las mismas substancias si son para la venta, llevan aparejadas penas de cárcel de 15 a 25 años, que el juez está obligado a imponer.

Anochece el 23 de marzo en el condado de Montgomery, sector residencial de clase media próximo a Washington, que no tiene los problemas de drogas de otros barrios. Las autoridades locales se jactan de que ello es el resultado de una acción policial tan decidida frente al que vende droga como frente al que la consume. Dos hombres, ambos de raza negra, yacen sobre un descampado rodeados de policías uniformados y de paisano. Uno de los detenidos tiembla visiblemente y gime: "¡Mierda!, me he cagado".

La operación culminó semanas de investigaciones, y tenía el triple objeto de allanar un apartamento desde el que se distribuía crack, detener a los cameltos en la calle y sorprender a eventuales compradores. Los dos primeros objetivos fracasaron y la policía sólo consiguió arrestar a dos drogadictos. Intervinieron en el operativo 15 coches y cerca de 40 agentes. El jefe del grupo sabe que antes de media noche los detenidos quedarán libres. ¿Decepcionado? "Desde luego", responde.

Jonathán Cave, uno de los autores del informe de la Rand Corporation ya mencionado, escribe: "El mensaje que transmite la 'tolerancia cero' no es que estemos seriamente decididos a terminar con las drogas, sino que estamos decididos a gastar un montón de dinero en la guerra contra las drogas. ( ... ) Dado que los recursos disponibles para Imponer la ley son limitados, es imposible incrementar la sensación de riesgo del consumidor individual o del pequeño traficante en la medida necesaria como para disuadirles de su hábito".

"Increíble apetito de colocarse"

Sterling Johnson es el fiscal especial antidroga de la ciudad de Nueva York, el único lugar de EE UU donde existe ese cargo. Nacido en Harlem, considera su empleo actual como un producto del destino. Cuando inició sus estudios de Derecho, era policía de estupefacientes.Johnson estima que el grave problema de drogadicción que sufre su país es consecuencia del "increíble apetito de los americanos por colocarse". Ofrece algunos datos: con sólo un 6% de la población mundial, EE UU absorbe el 60% de la oferta global de estupefacientes. "En Nueva York, el crack cuesta tres dólares y el cine, siete", prosigue.

William Bennet señala que la sociedad estadounidense ha estado típicamente orientada a la "satisfacción instantánea", pero advierte: "No sé si los europeos se dan cuenta de la avalancha de cocaína que les caerá como consigamos reducir nuestro consumo, porque lo que sí me parece seguro es que los carteles colombianos no van a quedarse en paro", concluye.

Melvin Levitsky, subsecretario de Estado para el problema de la droga, añade: "Hemos dicho repetidas veces a los europeos que el crack va hacia Europa. Los n arcotrafic antes saben que, a partir de 1992, el que meta droga en un país de la CE, como, por ejemplo, España, podrá moverla por todo el continente. Es preciso pararles ahora porque, si consiguen penetrar el tejido social, será muy dificil hacerlo".

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