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Rambo en León

Un delincuente habitual es detenido en León tras lanzar cuchillos y herramientas contra la policía

Ana Alfageme

"Vengo ahora, tenme preparada la comida", le dijo a su compañera. El hombre cerró la puerta de su casa y bajó las escaleras apestosas a rancia suciedad. La tenue bombilla no iluminó los siete destornilladores, los siete cuchillos de cocina, el hacha, la barra de hierro, el martillo, las tijeras de electricista y la paleta de albañil que llevaba colgadas de su cinturón y su gabardina. Iba sin camisa. El pasado domingo, Fernando González Espeso, delincuente habitual, fue detenido en León tras lanzar todas las herramientas contra seis policías. Lo apodan Rambo.

Mediada la tarde, algunos viandantes denunciaron que en la barriada de El Egido, cercana a la catedral, el hombre amenazaba con una barra de hierro a la gente. Dos agentes de la Brigada Especial de la Policía Local -también llamados los hombres de Harrelson- se encontraron con un energúmeno medio desnudo, de poco más de metro y medio de estatura, y que, con todas las herramientas sujetas al cinturón, hacía frente ya a cuatro compañeros: "¡Sois unos hijos de puta y os voy a rajar a todos!". En sus cinco años de trabajo, es la intervención más estrambótica que han tenido. Cuchillos y destornilladores llovieron sobre los agentes, que se le echaron encima y lo esposaron cuando agotó las existencias. La bronca se saldó con tres heridas leves a sendos policías. "Pero a mí me pasó un cuchillo rozando", asegura uno de ellos.

'Alpiste' y Ducados

El guerrero acabó con una denuncia por atentado y resistencia a la detención, y ha aterrizado en el hospital psiquiátrico local tras dos días en prisión preventiva. "Sí, me llaman el Rambo de León", asegura, con cierto distanciamiento orgulloso, "y me gustaría ser más que el Stallone ese. Pero ya son casi 40 años y estoy muy cascao". El Rambo mesetario es de un pueblo de León, es moreno, gasta bigote y fuma Ducados; es merchero (hijo de gitano y payo) y desciende de labradores. Más que musculatura, tiene manchones amarillentos de desinfectante y tatuajes por todos lados. Se queja de que le han dado dos palizas. "Esos policías me dieron patadas ya esposado". Se apresura a echarle la culpa de sus desmanes al alpiste (alcohol): "Yo, cuando bebo, sé que se mete alguien conmigo, y ya soy peligroso. Yo ya no valgo para eso, que soy cabo primero de la Legión". El domingo salió "para ver si veía a algún policía", rencoroso por una supuesta paliza anterior. "Me sentía un hombre borracho pero con todos los mis sentidos"."Es un manguta [delincuente] clásico, como hay tantos, con muchos antecedentes, y que estos días ha hecho crisis", dicen fuentes policiales. "Cuando no tiene público, se calma", añaden. La semana pasado volvió a beber tras siete meses de abstinencia: en la noche del miércoles, su pequeña hija de 20 meses, Tamara, una muñeca de enormes ojos negros a juego con el pelo grasiento, era suspendida de un tobillo, por su padre borracho desde el balcón de su casa. La niña lloraba sobre la plaza de Don Gutierre, en el Barrio Húmedo -el más conflictivo de León, según fuentes policiales-, frente a un palacio en el que ahora habitan gitanos y yonquis. "La hija es mía y hago con ella lo que me da la gana. Tengo la fábrica entre las piernas y funcionando y hago lo que me sale de los cojones", gritaba él.

Al día siguiente, le saltó de un bofetón dos dientes postizos al dueño de un mesón del barrio e hirió, rompiendo el cristal de la puerta, a la mujer de aquél. Poco después lo detuvieron armado con una navaja americana y estuvo día y medio a la sombra. Nada más salir, ocurrió lo de los cuchillos.

Ha sido minero, camarero, boxeador, camello y albañil, ha mendigado Incluso, pero siente una fascinación especial por la Legión. Ya hace casi 15 años era considerado por la autoridad alguien "de irregular conducta y poco estable en el trabajo". Ha entrado 15 veces en la cárcel, denunciado por broncas de diverso pelo, robos, y agresiones y amenazas a su propia familia. Le cayeron cuatro años tras aterrorizar a un camionero a quien despertó, de madrugada, de la misma guisa: lanzando cuchillos y herramientas, y medio desnudo.

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Psicopatía

"Es que está preocupado porque está en paro desde hace dos meses y nos tiene que mantener", dice Alicia, gitana de ojos azules y vestida como un muchacho, con ropa de Cáritas. Le conoció hace casi tres años en un albergue. "Alguien le lió a beber, y lo tiene prohibido por epiléptico", lloriquea un compañero de la legión con Santiago, de cinco meses, el otro hijo de la pareja en brazos. Dos habitaciones sucias y desordenadas constituyen su casa.Dice que quiere, en el hospital, dejar el alcohol, aunque psicópatas como él pueblan las cárceles y menos los psiquiátricos, "su único límite es la ley", afirma el psiquiatra Enrique García Bernardos, "y en la Legión pueden dar rienda suelta a sus instintos y se encuentran con la mayor disciplina posible". "Frustraciones y alcohol desencadenan la falta de control" y la curación es muy difícil.

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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