_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Aislamiento

Juan José Millás

Un espeleólogo se encerró el pasado 18 de febrero en una cueva para observar, entre otras cosas, la resistencia del ser humano a la soledad. Pensaba permanecer más de un año para batir algún récord, pero el equipo médico que controlaba su evolución desde el exterior le ha obligado a salir cuando llevaba 68 días de aislamiento. Al parecer, el espeleólogo había empezado a padecer estados de ansiedad y tristeza que crecían a expensas de un estado afectivo que tendía al autodesprecio. Últimamente apenas salía de la tienda de campaña instalada en la gruta, comía muy poco y padecía pérdidas de memoria y de kilos en una proporción directa a la depresión en la que se iba hundiendo en el interior de la caverna poblada de murciélagos.Quizá te hayas preguntado al leer esta noticia si era preciso enterrar a un hombre a 250 metros de profundidad para obtener estos resultados. Hay gente que haciendo cosas tan vulgares como ganarse la vida, relacionarse con sus contemporáneos o pedir un crédito para vivir en un sexto piso alcanza una situación anímica semejante. Seguro que conoces a alguien -quizá tú mismo, tú misma - que desde hace tiempo sueña con no salir de la cama porque ya no le encuentra ningún sentido a moverse por la vida o por el supermercado cargando latas de conserva para nutrir su soledad. Seguro que entre tus vecinos hay alguien -quizá tú mismo, tú misma- que ha perdido el apetito, que ya no habla con nadie, que padece estados de ansiedad e ideas obsesivas que conducen al autodesprecio. Todas estas personas -tal vez tú misma- están al alcance de la ciencia, no es preciso ir a buscarlas a una cueva. El sufrimiento, por desgracia, está presente en cualquier semáforo, en cualquier oficina, pero a la luz del día carece de atractivo o resulta invisible.

No, seguramente no era necesario torturar a un hombre de ese modo, separándole de su familia y obligándole a vivir entre murciélagos, para obtener unos resultados tan comunes.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_