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Perú, crítica de la pobreza

Estas líneas se ocupan de la dimensión subjetiva de la pobreza crítica urbana, de una situación extrema que, sin embargo, se vuelve representativa de la sociedad peruana, en tanto que un porcentaje alarmantemente creciente de la población se soterra día a día en este sector social. Dentro de la crisis más se vera de la reciente historia de nuestra sociedad, en los últimos. 15 años el producto crece en un promedio del 1%, y la población, en un 2,6%, en medio de un acelerado proceso de migración sin la correspondiente industrialización y en condiciones de desigualdades abismales entre los sectores sociales y en un contexto atravesado por una enmarañada heterogeneidad étnica y racial, es decir, por una herencia colonial insuficientemente procesada.La inopia material con que, crecen los niños trae consigo la ausencia afectiva de los padres, a su vez apremiados por la lucha cotidiana por la supervivencia. Falta la instancia estructuradora que constituye la presencia fiable del adulto empático, que hace posible la canalización de los impulsos instintivos hacia metas constructivas. Se genera un estancamiento en formas primitivas de actuar y sentir; la agresión, por ejemplo, no puede convertirse en el motor de la creatividad, de la iniciativa innovadora, sino que, por el contrario, se ve reducida a la satisfacción de impulsos destructivos y autodestructivos, plasmándose en una actitud hostil frente a la vida. Proyectos políticos violentos pueden valerse de este caldo de cultivo; en todo caso, quienes se socializan en tales condiciones se ven condenados al malestar de los que no pueden realizarse. Una concepción de niñez sin opción de ser considerada como una etapa del desarrollo con características propias no da cabida al goce, ni a la preparación imprescindible para el futuro adulto. Los niños tienen que asumir obligaciones que desbordan su capacidad de elaboración, produciéndose deformaciones de la personalidad, estrategias adaptativas de supervivencia, que, desde una mirada externa, suelen ser confundidas con aptitudes creativas.

Conviene aquí alertar sobre una constante en algunos programas políticos que hacen de la debilidad psíquica una virtud, convirtiendo a las víctimas directas del sistema que origina la pobreza en sujetos de su reforzamiento. Supuestamente, en cada vendedor ambulante habría un empresario potencial; en lugar de reconocer en estas actividades múltiples y desesperadas la marca de la pobreza, avizoran la insurgencia de un capitalismo popular.

Difícilmente podemos esperar de los futuros adultos que han crecido en la miseria propuestas alternativas al caos reinante, paradigmas de desarrollo que estimulen la capacidad de transitar fluidamente entre la interacción con los demás y la consolidación de matices de originalidad, indesligablemente unidos al interés común.

Fragilidad

Las organizaciones populares autogestionarias, indiscutible logro que empalma con la tradición organizativa del milenario Perú andino, se hallan sumidas en profunda crisis que socava la solidaridad, como es de esperar en el torbellino regresivo que nos sacude.

Sobre este piso tan frágil, el mundo de los valores aparece casi vaciado de contenido, en lugar de pautas de orientación cobran fuerza la moralina y/o el desborde instintivo.

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En tales condiciones, mientras las relaciones interpersonales se vuelven cada vez más mezquinas, menos generosas, el futuro no puede ser concebido como la proyección de la historia individual y social; el individuo dista mucho de sentirse sujeto activo de su historia y, por tanto, siente que le suceden cosas, él no las produce.

Hay expectativas mesiánicas de redención y fantasías paradisiacas que compensan la realidad de carencia y desvalimiento, es decir, resulta dificil desarrollar proyectos con suficiente base en la realidad potencial del individuo. La patria es un ente abstracto cargado de sentimentalismo, no un símbolo de verdadera integración; del llamado Perú oficial tiene una imagen lejana, difusa, tergiversada por sus ilusiones y conflictos, esperando todo o nada de él.

Pero la pobreza psíquica trasciende los linderos de los pobladores marginales, invadiendo los guetos de los pudientes; éstos viven recluidos entre sí, sin llegar a conocer a través de la experiencia afectiva del encuentro la otra parte de la sociedad.

Los políticos que gobernarán Perú a partir del 28 de julio deberían tomar en cuenta que el lado subjetivo de la pobreza constituye una hipoteca que sólo puede ser saldada lentamente, siempre y cuando los programas que se pongan en práctica no se planteen en un espacio psicosocial abstracto, histórica y biográficamente indeterminado; no deberían considerar que los problemas que encuentren son externos a la sociedad, sino productos de ella misma.

César Rodríguez Rabanal es médico, psicoanalista y periodista peruano.

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