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Aires nuevos y nuevo talante en la Caja de Madrid

El proceso de renovación de los órganos de gobierno de una institución de tanta solera y raigambre como es la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, que se inició en noviembre de 1989, ha concluido el martes. El autor analiza este proceso, laborioso y lleno de tensiones.

La institución de ahorro más importante de nuestra comunidad está asumiendo el cambio de mentalidad que, de forma paulatina, se ha venido produciendo en nuestra sociedad en los últimos años. Este cambio de mentalidad se produce de la mejor manera que pudiera hacerse: desde dentro.La nueva composición de la asamblea general de la Caja de Madrid, con la incorporación de los recientemente electos consejeros generales, viene a plasmar una situación de nuevo talante por la mentalidad de los nuevos incorporados. En 1986 se produce la entrada en vigor de los nuevos estatutos y reglamentos de esta entidad de ahorro, y con ello se abre un proceso de expectativa que desemboca en las primeras elecciones de los miembros de la asamblea y en la elección, dentro de la misma, de los vocales de los órganos de gobierno.

Renovándose cual ave fénix, surge desde el propio seno de la institución el talante progresivo que es necesario para la adecuación de sí misma a los nuevos tiempos. La coyuntura económica obliga a atenciones específicas y a la atemperación de las formas.

¿Cuáles son las inquietudes que se producen en el seno de la Caja de Madrid? Lógicamente, aquellas inquietudes que se producen en la mente de los integrantes de los órganos de gobierno de la misma. Hemos llegado a componer la asamblea nuevos miembros con una existencia vivida con intensidad dentro de los ámbitos económicos, sociales, familiares y empresariales. Somos la representación, en la asamblea general de la Caja de Madrid, de los pequeños impositores (el 80% del total del colectivo) y también de los medios y grandes impositores. Representamos, porque ellos lo han querido así a través de las votaciones de sus compromisarios, los intereses de este colectivo que es, en definitiva, el soporte, el medio y el fin que justifica la existencia de la Caja de Madrid. La participación de los compromisarios en la votación ha sido superior al 81%, lo cual marca bien a las claras el interés con que se sigue la vida institucional y el deseo de participación en el mejoramiento de sus actuaciones.

El papel de los impositores

La Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid pertenece a sus impositores, y son ellos los que, de manera especial, deben recibir la riqueza que generan sus; depósitos. Es primordial, pues, que en los órganos de gobierno de la Caja de Madrid esté muy presente este axioma, y a ello se mueven las ideas de los consejeros generales elegidos recientemente. Hasta ahora no hemos tenido la posibilidad de entrar en alguno de los órganos de gobierno de esta institución, y pensamos que es precisa la colaboración leal y entusiasta, independiente de grupos de presión, de personas afectadas por los problemas diarios que todos padecemos.

Las grandes cifras pueden quedar al margen de nuestro entorno diario: nos resulta más problemática nuestra letra que nos; vence que las operaciones financieras de los grandes grupos. Por ello entendemos que es primordial la atención de la Caja de Madrid a los problemas cotidianos de los impositores con la resolución prioritaria de los problemas diarios que se plantean en el desenvolvimiento económico familiar (pequeños créditos para estudios, enfermedades, gastos imprevistos, etcétera).

Se hace un mundo para el pequeño empresario el desenvolvimiento normal de su empresa y las dificultades amenazan con ahogar el fruto de las ilusiones de su espíritu empresarial, dando al traste con sus esfuerzos de años: por ello preconizamos una atención especial a las necesidades de crédito de las pequeñas empresas que dependen de impositores modestos.

Todos los impositores tenemos la sensación de estar creando con nuestras aportaciones unos caminos que van a posibilitar una mejor convivencia en una mejor sociedad, redistribuyendo entre sus miembros las posibilidades que las grandes cifras brindan y que para muchos se escapan, pero que todos desean, en aras de la efectividad, que tengan una canalización y control de los beneficios obtenidos por su dinero en favor de los fines benéficosociales que mantienen el espíritu de la institución.

Por otra parte, creemos necesario que el impositor (más de cinco millones de personas) disponga de cauces para ser oído y atendido personalmente en sus problemas, que por ser personales le afectan de manera muy especial, al margen de la situación económica general y de las grandes cifras económicas.

Se han conseguido muchas cosas, y ello gracias al esfuerzo cotidiano de los impositores y del personal de la institución, que han conseguido llevarla a un lugar importante en la vida nacional. Pero somos ambiciosos y realmente creemos que, con los recursos de que disponemos, podremos intentar hacer algo más por todos: por unos impositores mejor atendidos en todos los aspectos (sociales, económicos, familiares y personales), por un personal más entusiasta y competente, por una sociedad que precisa de la conciencia redistributiva. Todo ello al margen de presiones políticas o de grupos, sólo con la idea de un mejor resultado y un mayor servicio.

El reto de la sociedad

Acudimos al reto que la sociedad nos lanza con la mente abierta, el corazón dispuesto y la sensibilidad a flor de piel. Sabemos que los condicionamientos han mermado las posibilidades en pasados mediatos y que han dado paso a una nueva situación que ya viene asumida por la nueva asamblea.. Reconocemos las enormes dificultades que han concurrido en anteriores actos de los órganos de gobierno: la propia composición de la asamblea y de los órganos gestores ha evolucionado sobremanera.

La legislación que entra en vigor este mismo año contempla y modifica el sistema económico y el ámbito de actuación de las empresas españolas. Vamos hacia un entronque de nuestros sistemas económicos en las corrientes comunitarias de Europa que nos absorben y nos van a obligar a sopesar nuestras actuaciones de una manera distinta, evitando la fuerza centrípeta de integración que provocaría, si no es bien calculada, unos desajustes superiores a los beneficios que prudentemente se pudieran esperar de esta integración.

El año 2000 está en el otro lado de la calle y nuestras manos casi rozan las inquietudes que se van a producir en nuestras vidas. El progresivo envejecimiento de los estamentos sociales va a provocar el nerviosismo de los sectores menos afortunados, y es ahora cuando debemos poner sólidos cimientos con los recursos de que disponemos para asentar en ellos, hoy, la esperanza y, mañana, la certeza de haber hecho bien lo que hicimos.

Nuestra institución de ahorro ha desarrollado a lo largo de los últimos años sus brazos acogedores para acudir a las necesidades de sus miembros, de su cuerpo social. Ha puesto en marcha nuevas empresas con fines específicos y ha gestado soluciones pera los incipientes problemas. Es importante que hayamos abierto nuestras ventanas y que, a través de ellas, percibamos nuevos aires y que un chorro de luz y de esperanza en el porvenir haya invadido nuestra vida. El porvenir que se nos acerca será tal y como estemos dispuestos a construirlo desde hoy.

es consejero general de la asamblea de la Caja de Madrid.

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