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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Verde es Australia

BOB HAWKE, primer ministro laborista de Australia, parece haberse impuesto por un estrechísimo margen a su más inmediato rival en las elecciones generales celebradas el sábado: la coalición de los partidos Liberal y Nacional (conservadores), que dirige Andrew Peacock. Consigue así renovar por otros tres años el mandato que ostenta desde marzo de 1983. Por utilizar una traducción de los apellidos de ambos, el Halcón ha derrotado al Pavo real.Pero el Pavo real no ha resultado, como pronosticaron algunos de sus colegas liberales ("nunca vi en su pensamiento político verdadera profundidad filosófica", ha declarado uno de ellos), un contrin cante fácil, frívolo o con falta de fondo en la carrera por la jefatura de Gobierno australiana. Andrew Peacock verá probablemente acabada su trayecto ría política de confirmarse la victoria laborista. Pero ello será por las mismas contradicciones en las que caen otros colegas suyos de todo el mundo; por ejemplo, la imprecisión de sus planes económicos. Como recordaba The Economist recientemente, la ácida contestación de Paul Keating, ministro de Finanzas laborista, al lema de la campaña de Peacock (La respuesta es Liberal) fue que "la pregunta debe ser un verdadero lío". No andaba muy descaminado: la coalición Liberal-Nacional prometía reducir los impuestos de las familias de la burguesía media en 2.600 millones de dólares australianos (220.000 millones de pesetas, una considerable cantidad de dinero teniendo en cuenta que en Australia sólo hay 16 millones de habitantes) y lanzar al tiempo un am bicioso programa de obras públicas; no explicaba, sin embargo, de dónde pensaba sacar el dinero, es pecialmente si no tenía intención de tocar los ibri dos destinados a educación, sanidad y defensa. Los resultados de estos comicios, sin embargo, no pueden explicarse con tanta sencillez. Han concurrido nada menos que 31 partidos a las elecciones, y uno de los factores decisivos ha sido el voto verde, ya directo o de segunda preferencia. Ésta le ha sido fundamental a los laboristas para alcanzar finalmente su ajustado triunfo.

Conviene señalar que la ajustada victoria la,borista se ha producido tras siete años de Administración, con la economía nacional en serias dificultades: un dólar sobrevalorado -lo que ha dañado seriamente las exportaciones-, unos salarlos excesivamente altos para ser competitivos y una tasa de inflación incómoda. El compendio de todo elle, ha sido el desgaste electoral, pero no hasta el punto de llevar a la oposición al poder. Hawke ha sobrevivido al mismo, pese a no haber cumplido su prornesa de bajar las tasas de interés, aplicando, por el contrario, unas medidas monetarias muy severas. Es de destacar que el sistema de fijación de salarios a escala nacional acordado por los sindicatos y el Gobierno no ha sido atacado durante la campaña por los políticos de la oposición.

En cierto modo, la situación australiana recuerda a la crisis de sobrecalentamiento de la economía por la que pasa el Estado del bienestar sueco. Lo que necesita Australia ahora es devaluar el dólar, reducir la presión inflacionista y disminuir el déficit por cuenta corriente, una tarea que no le va a resultar fácil al reelegido Bob Hawke, especialmente si se tiene en cuenta que para ganar votos fue generoso en sus promesas de dar más dinero para cuestiones sociales y de reducir al mismo tiempo impuestos. Es decir, la misma incoherencia de la que se acusa a su rival electoral.

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