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Un diputado británico insinúa que el periodista ejecutado en Irak era un espía israelí

La personalidad y el pasado de Farzad Bazoft, el periodista de The Observer ejecutado en Irak bajo la acusación de ser un espía, provocó ayer un acre debate en Londres después de que trascendiera que hace años fue condenado por atracador y el parlamentario Rupert Allason, experto en cuestiones de espionaje, manifestara que era "altamente probable" que Bazoft trabajase para el Mosad israelí. Donald Trelford, director de The Observer, replicó airadamente diciendo que Allason mostrase sus pruebas o dejase las disquisiciones para sus libros.

"Cualquier intento de justificar su ejecución o de distraer la atención del mundo sobre este hecho brutal es despreciable", manifestó un irritado Trelford al poco de que un parlamentario dijera en los Comunes que "quizá esté por contar la gran historia de todo esto", y Allason, más conocido como Nigel West, autor de libros sobre espionaje, declarase a la agencia de noticias local Press Association que era "altamente probable que Bazoft se hubiese ofrecido a los israelíes".La atmósfera se ha viciado repentinamente, y el propio rey Hussein de Jordania, que pidió clemencia para Bazoft en nombre de Margaret Thatcher, se alineó ayer con el presidente iraquí, que ha ordenado para hoy manifestaciones antibritánicas en todo el país, azuzadas por unos medios de comunicación que siguen mostrando presuntas nuevas pruebas de las actividades de espionaje de Bazoft.

Trelford tuvo que aguantar por la mañana otra tarascada moral cuando trascendió que Bazoft había estado un año en la cárcel condenado por atracar en 1981 una building society (especie de caja de ahorros especializada en créditos hipotecarios), de la que se llevó unas 475 libras. El director desconocía este aspecto del pasado de Bazoft, y dijo que su revelación por fuentes oficiales "es un hecho desgraciado que va a permitir a los iraquíes justificar su brutalidad".

Los amigos del periodista ejecutado reconocen que era un hombre más impulsivo que cerebral, pero acusan al Gobierno -en particular al Foreign Office, al que una portavoz de The Observer atribuyó la filtración del incidente de hace nueve años- de tratar de desprestigiarle para justificar su blanda reacción al ahorcamiento, extremo que fue desmentido por el propio Foreign Office y por el Ministerio del Interior, donde un portavoz señaló que sólo se había respondido a las cuestiones planteadas por algunos medios de comunicación al respecto.

Bazoft contaba con una larga historia de problemas económicos -en especial tras el fin de la guerra del Golfo, en cuya cobertura se había especializado, lo que le había permitido sobrevivir económicamente- y hace algún tiempo tuvo que deshacerse del piso que estaba comprando por no poder pagar los plazos Cuando fue acusado de espía, el periódico revisó el apartamento alquilado en que vivía y no encontró ningún indicio que apoyase esa acusación. Por el contrario, había avisos de demasiadas deudas. Bazoft necesitaba con urgencia una nómina fija y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario por conseguirla.

El embajador británico en Bagdad, Harold Walker, llegó ayer a Londres para estudiar en el Foreign Office el curse de los acontecimientos, al tiempo que la Embajada iraquí entregaba fotocopias de la autoinculpación de Bazoft.

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