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GENTE

Jessica Lange

La aventura de ser actriz con la cara lavada

Su nombre dio la vuelta al mundo como consecuencia de un desafío: ocupar el hueco de la palma de la mano de King Kong, el gigantesco gorila enamorado. Esto convirtió a Jessica Lange en la bella por excelencia de la más honda versión del mito de la bestia, el supremo mito erótico.Luego, en El cartero siempre llama dos veces, le hizo frente a otro desafío más a ras de suelo, pero no más fácil: expresar ella sola, a rostro limpio, un orgasmo desatado de casi dos minutos de duración. ¿Alguien se ha parado a pensar qué fuerza interior y qué autocontrol necesita una mujer para hacer frente a la inquisición de un primer plano de esta especie?

Luego llegaron más desafíos eróticos para Jessica Lange. ¿No fue meterse en la cama con su amiga Tootsie-Dustin Hoffman y contener en un solo gesto sus ganas de ella? Todo fue cómplice para que esta hermosa mujer de mirada oscura, húmeda e intensa, calentara durante más de una década, las camas de millones de hombres solitarios de polo a polo.

Ahora, en Berlín, Jessica Lange ha crecido. Su buena estrella erótica declina, tiene aspecto de madre cumplida y cuarentona, domina el desaliño como cosmética y como forma de elegancia, los ángulos de su rostro se han endurecido, le han salido ojeras y su imán sexual ha perdido violencia. Pero en Caja de música, su última película, vuelve a afrontar un nuevo desafío erótico, probablemente el más difícil de todos: la aventura de ser actriz con la cara lavada.

"No soy aventurera, no busco desafíos ni me gustan los riesgos", dice Jessica Lange, "pero debo atraerlos sin darme cuenta, porque siempre me colocan ante uno, y la verdad es que muchas veces me han puesto las cosas difíciles". ¿No es el máximo riesgo para una mujer hacer durante un instante explícito, sin mediar una sola palabra, el idilio secreto que mantiene con su propio padre?". "Sí, ése fue el momento más difícil del rodaje de Caja de música. Cuando hicimos aquella escena pasé todo el día llorando, en un estado de inquietud terrible, casi fuera de mí", dice la actriz. "Tuve miedo de perder el dominio de mí misma, pero era una escena donde tenía que representar algo excesivo, y esto sólo se consigue con mesura. Tuve que mantener la cabeza clara estando confusa".

No debió ser fácil hacer esta escena. Sí lo fue, en cambio, su manera de sortear el sábado en Berlín una impertinencia de periodista amarillo. Su marido, el escritor y actor Sam Shepard, uno de los sujetos más envidiados del mundo, actúa en otra película presentada en la sección oficial del festival de Berlín, Magnolias de acero. Le preguntaron a Jessica Lange: ¿Qué opina de la interpretación de su marido?". "No es elegante", sentenció la actriz, "opinar sobre el trabajo de un competidor".

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