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La primavera de los congresos

Los partidos políticos portugueses preparan programas y futuras alianzas electorales

Para los cuatro partidos que dominan la vida política portuguesa desde la restauración de la democracia en 1974, los próximos meses serán la primavera de los congresos. Una etapa decisiva en la que el partido socialdemócrata PSD, actualmente en el poder, el socialista PS, vencedor de los comicios municipales de diciembre, el comunista PCP, de Álvaro Cunhal, y el democristiano CDS, deben preparar su programa, campaña y futuras estrategias a medio y largo plazo. El nuevo ciclo electoral se abre con las elecciones presidenciales de enero de 1992 y culminará en las legislativas de 1992.

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Soares,un presidente popular

La derrota electoral del PSD en las elecciones municipales de diciembre pasado abrió el debate sobre el postcavaquismo. Todos los analistas coinciden en que la mayoría absoluta de Cavaco Silva es irrepetible, y que la lógica aritmética del sistema portugués de partidos juega a favor de los gobiernos minoritarios o de las coaliciones.Los estados mayores de las formaciones en pugna barajan todas las fórmulas, ensayadas ya en los últimos años, para determinar las alianzas posibles o deseables, antes o después de los comicios de 1992: PSD-CDS (alianza democrática), PS-PSD (bloque centristal), PS-CDS, PS-PCP. Todos los partidos están libres de compromiso, y las coaliciones del pasado contra el totalitarismo comunista o contra la dictadura del cavaquismo -que un ideólogo de la derecha definía como el "leninismo de las clases medias"- perdieron su razón de ser. Comunistas y democristianos han hecho saber que quieren negociar y no resignarse, pasivamente, al papel de satélites de una mayoría liderada por el Partido Socialista de Sampaio, o el Partido socialdemócrata de Cavaco. No es gratuito que el presidente del CDS, Freitas do Amaral, que antes de las elecciones de diciembre hablaba de una posible alianza con los socialistas, lance ahora la hipótesis de su eventual participación en un gobierno de coalición con el PSD, exigiendo el Ministerio de Finanzas.

PSD: conservar el poder

Pero la evolución de los acontecimientos y los cambios en curso en toda Europa altera también los parámetros que orientaron la política portuguesa en los últimos años. Los interrogantes acerca del futuro de la Comunidad Europea y de la OTAN, y del papel de Portugal en estas alianzas, reactivan la vieja polémica entre atlantistas y europeístas. El europesimismo de la derecha más conservadora y de los sectores más atrasados del empresariado que temen del mercado único se mezcla con el escepticismo sobre la irreversibilidad de los cambios promovidos por Moscú y de la desaparición de la amenaza rusa. A estas preocupaciones se agrega el recelo de los defensores de la unión europea quienes no descartan que la Comunidad desvíe, en beneficio de los países del Este, los apoyos prometidos al desarrollo de la economía portuguesa.

En el congreso del PSD de abril, Cavaco Silva está seguro de conservar el liderazgo que conquistó hace cinco años. La energía y la determinación con que aplastó una intentona para colocar en Posición de líder alternativo a su ministro de Agricultura, Álvaro Barreto, abortó una posible sublevación de notables.

La contraofensiva, con características de crisis de gobierno, fue rápida como un asalto militar y dolorosa como una amputación quirúrgica. Cavaco perdió valiosos lugartenientes, como Eurico de Melo, vicepresidente del Gobierno y del partido, y Miguel Cadilhe, el creador de su política económica. Prometió reorganizar el partido, dándole una atención que dedicó por- entero al Gobierno, y se comprometió a llevar de nuevo al PSD a la victoria en 1992.

Pero sus actuales colaboradores no están de acuerdo sobre la estrategia planteada: hacia la derecha, acabando la labor de destrucción del CDS; hacia el centro, reconquistando las clases medias, insatisfechas, pero aún distantes del socialismo, o enfrente, como defiende su actual brazo derecho, Fernando Nogueira. Es dicir, eliminando "pequeños problemas" sin cambiar las grandes orientaciones de la actual política, esperando que las grandes reformas llevadas a cabo en la primera mitad de la legislatura (estabilización económica, fin de la reforma agraria, reforma fiscal, reorganización de la enseñanza y de la sanidad) den sus frutos y merezcan la confianza renovada del electorado cavaquista. Por lo que respecta al socialismo, Sampaio anticipó para mayo el congreso del partido, porque cree que debe poner cuanto antes en orden en sus filas, y reforzar el actual liderazgo para evitar que los eternos y nuevos aspirantes a la sucesión de Soares se aprovechen de la situación del secretario general, que tiene que dividir su tiempo entre el partido y la alcaldía de Lisboa. La consolidación de la actual dirección pasa por la definición de una estrategia clara, estudiada por la reunión del consejo nacional de la pasada semana, que fijó como objetivo la conquista del mismo electorado del centro que Cavaco procura conservar.

Pero hay que evitar la descaracterización del PS como partido de izquierda, que le costó el poder en 1985 y, sobre todo, refrenar las impaciencias de unas clientelas que tienen prisa y quieren vengarse a cualquier precio de Cavaco, eventualmente sin esperar hasta 1992, fomentando las divisiones en el interior del PSD y rescatando viejas amistades con destacados sosialistas.

Para el CDS, diciembre marcó el estancamiento de la supuesta ofensiva cavaquista para acabar con el partido, pero no resolvió su crisis de identidad. Su actual presidente, Freitas do Amaral, se obstina en querer colocar el partido entre el PS y el PSD, en medio del -espacio que socialistas y socialdemócratas han escogido como terreno de duelo. El CDS es el partido preferido de la nueva derecha en busca de expresión partidista. El patrón de los patronos portugués, Ferraz da Costa, no acaba de decidir su intervención en política, pese a quienes le empujan a hacerlo.

Catarsis comunista

El próximo congreso será probablemente crucial para el CDS, que determinará si Freitas do Amaral quiere y puede ser el líder de la derecha. Habrá que precisar si hay manera de dar la vuelta a la orientación del actual partido y es posible que se planteará también, desde la derecha, la necesidad de acabar con el actual CDS y constituir un partido totalmente renovado. En el congreso extraordinario del PCP, también en mayo, podría producirse una catarsis interna. Cunhal accedió al debate sobre la crisis del Este y del comunismo mundial, pero fijó sus condiciones: la actual dirección organizaria el congreso, la elección de los delegados, y los temas de discusión. En estas condiciones, los críticos ven cerrada la puerta para una auténtica reorganización capaz de salvar el partido.

La constitución del Instituto de Estudios Sociales (INES) ha mostrado la fuerza numérica del sector contestatario -más de 700 participantes- y la ausencia de salida para la crisis. Las otras tendencias de izquierda, invitadas al debate de ideas sobre el futuro de la izquierda, brillaron por la ausencia. Los socialistas no están dispuestos a echar una mano para ayudar al PCP a sobrevivir, y dicen que el inmovilismo de Cunhal conviene a sus propias ambiciones. Una táctica que puede salir cara a los sindicalistas socialistas: la fama de los disidentes comunistas ayudando a la central comunista a derrotar, en el terreno de las luchas laborales, a una UGT en crisis de identidad.

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