Ejercitar la tolerancia
Querido señor F. Luna Pereda: despues de leer su carta en EL PAÍS, y pues yo en ese momento no tenía nada mejor que hacer, también me sentí triste y acongojado, no por causa de la catedral, de la que espero hablarle después, sino por el veneno que destilan sus palabras; más que veneno, un odio cerval por todo lo que significa progreso.Llama usted "engendros" a aquellas personas que piensan que un parque público sería mejor que una catedral. No quiero ni pensar lo quenle va a llamar cuando le exponga mi opinión sobre el hecho.Créame: yo respeto sus ideas religiosas, pero seguro que usted tiene cerca de su casa un recInto para orar a su Dios. Así que, habida cuenta del número cada vez menor de persortas que visitan los templos, el edificio en cuestión podría utilizarse para algo más positivo. La primera idea que me viene a la mente sería utilizarla como sede de los servicios médicos que se pretende implantar para las prostitutas.
Por favor, no se altere. Antes de que le llegue el infarto, recuerde que María Magdalena era prostituta y Jesucristo la tenía en gran estima. Fue él quien dijo: "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra".
Señor Luna, seguirán existiendo dos Españas, no porque se hagan parques para retozar en vez de catedrales para rezar, sino mientras existan personas que crean que se pueden imponer las ideas a cristazo limpio.
Señor Luna (como ve, yo tampoco le tuteo, pero poi, respeto, ya que no tenerrios el gusto de conocernos), espero no haber heri-
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do su sensibilidad. Pero entienda que para que todos podamos convivir en este país nuestro (de usted también) debemos ser tolerantes con las ideas de los demás.- José Antonio Cabrera Navarro.
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