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Se rompió el mito

Le llamaron el Mexicano porque su amor por ese país era tan grande que todas sus fincas llevaban nombres de ciudades mexicanas y, la empuñadura de su revólver tenía labrado en oro un mapa de esa nacicón. Las rancheras Y los caballos de raza eran su debilidad. Nadie sabe dónde está escondido ahora su preferido: Tupac Amaru. Pero a este hombre, a quien, se dice no le temblaba la voz para dar la orden de matar, no le gustaba que le llamaran el Mexicano: él prefería. que le llamaran "el intocable". El viernes;, con su muerte, se rompió el mito de la invulnerabilidad de los jefes del narcotráfico. Sólo una vez se salvó de caer en manos de las autoridades. Fue el 18 de agosto pasado, el día en que asesinaron al candidato Iiberal a la presiden cía, Luis Carlos Galán, cuando el Gobierno declaró la guerra al narcotráfico. A última hora se suspendió un operativo prepara do de antemano para detener al capo en su hacienda Chihuahua, en Pacho.

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El Mexicano era el menos público de los hombres del cártel de Medellín. Tal vez por esto se tejieron toda suerte de leyendas sobre él. Se dice que muchas veces ordenó a sus hombres rodear todo un pueblo para él poder gozar a sus anchas las fiestas y ferias equinas que allí se: realizaban. Se dice también que cuando estaba triste se encerraba en su pueblo, Pacho, y bebía sin parar durante 15 días seguidos; en la taberna de la plaza central. La última vez que se vio abiertamente en público fue en 1983. La televisión registró la imagen de un hombre que en un helicóptero negro y amarillo llegó a la ciudad de Topayán, destruida por un terremoto. Ordenó a los damnificados hacer una fila y él mismo les; entregó, uno a uno, dinero a manos llenas. A raíz de la declaración de guerra contra el narcotráfico se dijo que se había refugiado en países vecinos. Él mismo lo negó: "En Colombia me siento más seguro. Tengo muchísima gente que me quiere".

Hasta ayer al mediodía, el cadáver de este hombre, uno de los más ricos del mundo y el colombiano que contaba con el mayor ejército particular para su defensa, permanecía en el depósito de cadáveres del hospital de Cincelejo, a la espera de que alguien lo reclamara para darle sepultura. Rodríguez Gacha siempre dijo que prefería una tumba en Colombia que una celda en EE UU.

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