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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Polarización gallega

LA PROLIFERACIÓN y el perfeccionamiento de los sondeos de opinión ha limitado de manera sustancial las incógnitas que han de despejar los comicios. En Galicia, cuyas elecciones autonómicas se celebran el próximo domingo, es casi un ¿ato previo el hecho de que el Partido Popular va a ser el más votado, y que su inmediato seguidor, el PSOE, sólo podrá conservar la presidencia de la Xunta mediante un pacto con los nacionalistas. Al depositar su voto, los ciudadanos no pueden dejar de tener presente esa realidad, por más que una inercia publicitaria de discutibles efectos se empeñe en simular que el mundo está a punto de inaugurarse y, por tanto, que todo es posible.No lo es, y los candidatos son los primeros en saberlo. Por eso sus mensajes contienen con frecuencia ciertos sobreentendidos. Así, cuando los populares de Fraga solicitan el voto, parten de las expectativas de los sondeos, que les sitúan al borde, de la mayoría absoluta, y evocan las ventajas de la estabilidad asociada a un Gobierno monocolor, no obligado a pactar con fuerzas dudosas. Mientras que los socialistas ponen el acento, antes que en las ventajas de su programa, en la necesidad de cerrar el paso a la derecha representada por Fraga, por lo que se dirigen tanto a su electorado potencial como al de las fuerzas galleguistas de centro o de izquierda. Con ello, unos y otros expresan mensajes directamente contradictorios con los que hicieron suyos en las recientes elecciones legislativas. Lo que para la derecha era un peligro que había que evitar se convierte ahora en un objetivo deseable, y viceversa.

Si los pronósticos de los sondeos son certeros, el Partido Popular necesitaría del apoyo del CDS para alcanzar la mayoría absoluta. Los centristas han reafirmado que no existe ningún compromiso previo con nadie -pese a la deuda no pagada de la alcaldía de Madrid- y que se limitarán a facilitar la gobernabilidad apoyando a la lista más votada o, en su caso, absteniéndose. Pero cabe la posibilidad de que esos escaños centristas no sean suficientes para dar la mayoría a Fraga,, mientras que sí lo serían para completar una alternativa formada por los partidos que han gobernado en coalición en estos dos últimos años. En ese caso, ¿cuál sería la opción del CDS? Los votantes tienen derecho a saberlo; pero, si los centristas enseñan sus cartas por anticipado, es posible que pierdan una parte sustancial de sus votos potenciales. Ése sería uno de los efectos de la polarización que se está caracterizando en los últimos días.

La campaña, por lo demás, no pasará a la historia como modelo de comportamiento responsable de los políticos, porque, si ya es lamentable que asuntos como el de los incendios o el narcotráfico, que figuran entre las preocupaciones prioritarias de los gallegos, hayan estado casi totalmente ausentes del debate, aún lo es más que los candidatos de los principales partidos hayan rivalizado en su empeño por desacreditar a la democracia. Las referencias de Aznar al riesgo de un pucherazo demuestran que el joven retoño no es tan diferente, como se suponía, de su viejo patrón, el organizador del referéndum de 1966. Y, sin llegar a tanto, actitudes como la que reflejan el bando electoral del alcalde socialista de La Coruña o la machacona actitud de la televisión de Galicia, repetidamente corregida por la Junta Electoral, indican la escandalosa pérdida de sensibilidad democrática del partido que ha encabezado la Xunta desde 1988 con el apoyo de famosos tránsfugas.

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