Un hombre de su tiempo
Diez años después de haberse aprobado la Constitución, concluida la transición democrática y no muy lejos de concluir el período transitorio de la integración en la Comunidad Europea, España es un país muy diferente de aquel otro que iniciara la transición en medio de las dudas sobre la viabilidad del proceso y de las amenazas de quienes no se resignaban a dar por concluida una etapa de nuestra historia.Este país distinto refleja las aspiraciones de una nueva generación que, por primera vez en muchos años, piensa en el mundo entero como escenario de su realización, terminando así con una actitud multisecular de aislamiento.
España está dejando de ser diferente del resto de las naciones occidentales como consecuencia de la llegada de esta nueva generación; Pedro Toledo, con su obra y con su actitud personal, ha contribuido de manera ejemplar al cambio, de tal manera que esta nueva España, con sus ilusiones y esperanzas es, en cierta manera, la España de Pedro Toledo.
Su carrera profesional es conocida: al frente del Banco de Vizcaya supo impulsar un crecimiento espectacular de la institución, colocándola, en poco tiempo, entre las primeras y las más rentables del país. La estrategia diseñada tuvo el mérito de la novedad y del rigor: primero fue capaz de crear un equipo gestor de gran calidad; luego, una vez aprobado éste, fue capaz de proponerle metas adecuadas a su capacidad y a sus aspiraciones.
El crecimiento del banco fue pues la consecuencia de una nueva apuesta y de una excelente dirección. Un buen gestor es aquel que sabe administrar eficazmente los medios de que dispone; un gestor que busca la excelencia, término que Pedro Toledo solía utilizar, es aquel que, además, sabe motivar permanentemente el equipo que dirige y lidera, más allá del ámbito estricto de su propio trabajo, una institución. Pedro Toledo fue capaz de aportar todo esto al antiguo Banco de Vizcaya y al nuevo BBV; su liderazgo desbordó las fronteras del propio banco y se transformó en el símbolo de una nueva generación empeñada en modernizar España.
El vacío que deja en la comunidad financiera y empresarial tardará mucho tiempo en ser llenado. Se recordará su inteligencia, su visión de futuro, su rapidez en la decisión y su rigor en la aplicación de lo decidido, rigor que se aplicaba a sí mismo antes que a nadie.
Decía Rilke que la muerte es siempre el fiel reflejo de una vida; en este tablero de ajedrez Pedro Toledo encontró, por una vez, un jugador más fuerte que él, más decidido y más rápido. Y así, en una fría tarde de diciembre, la lejana ciudad de Rochester fue testigo de la desaparición de uno de los empresarios más brillantes que España ha producido.
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