Un duende helvético
A pesar de sus reticencias, resulta dificil hablar de Andreas Vollenweider sin hacerlo de la new age, la llamada música de la nueva era. Porque el músico suizo, que ha vendido varios millones de ejemplares de sus álbumes posiblemente sea la figura más popular del género. De un cajón de sastre -alguien aseguró que era una forma cómoda de agrupar discos inclasificables en un mismo estante- que bajo esa etiqueta cobija un número indeterminado de estilos, generalmente de tipo instrumental y acústico.En este contexto hay que situar la primera actuación del artista y compositor helvético en Madrid, con ocasión de una extensa gira por América, Europa y Oceanía. Completamente vestido de blanco, largo cabello ensortijado y sonrisa beatífica, Andreas Vollenweider comenzó su concierto arrodillado ante un arpa de tamaño reducido que cambiaría en seguida por un ingenio electroacústico de mayores proporciones., Junto a él, sus amigos, con los que recorre espectros sonoros que abarcan desde la clásica contemporánea o el rock sinfónico y cósmico hasta la fusión o un pop de corte casi funky. Una música que ofrece evanescentes colores orientales, cálidos tonos caribeños, lejanas perspectivas africanas, e incluso alguna pincelada bonaerense. Sin olvidar la filiación celta, por aquello del arpa. O sea, un collage de lo más heterodoxo. Nadie puede hoy día ignorar lo que sucede musicalmente en otras latitudes del planeta; resta saber si en nombre del eclecticismo es posible mezclar múltiples ingredientes, agitarlos y servir algo que no sea tan sólo una bebida artificial.
Andreas Vollenweider and Friends
Andreas Vollenweider (arpa), Walter Keiser (batería y percusión), Tommy Fessier (guitarra e instrumentos de cuerda), Santino Famulari (piano y acordeón) y Markus Kuchne (vientos). Teatro Monumental. Madrid, 29 de noviembre.
Afirma Vollenweider que la música es el lenguaje del corazón. Sin embargo, a su actuación le faltó precisamente eso, alma. Sus composiciones sugieren bonitas imágenes, pero difícilmente pueden servir para ese intenso viaje iniciático que dice proponer a la manera de un Tolkien o un Ende. Y es que al recorrer tantos parajes sonoros diferentes se corre siempre el riesgo de asimilarlos de forma superficial.
Su música posee sin duda propiedades relajantes y la virtud de provocar sensaciones placenteras y hasta pensamientos positivos. Pero nada más. Y nada menos, podría replicar este insólito duende helvético que, al fin y al cabo, con sus notas pretende ayudar a que la gente libere la mente, profundice en sus emociones y deje fluir su imaginación.
Babelia
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