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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Violencia, razón inconfesable

Ignacio era un amigo. Un hombre que sembraba la paz con su presencia. Gran parte de su vida la dedicó a estudiar los problemas de los seres humanos y, en especial, el problema de la violencia. Era un hombre consciente de las raíces profundas de la agresión. Su trabajo era comprometido, comprometido con la comprensión de la injusticia, de los motivos que impulsan a los hombres a cometer actos de barbarie. Por eso su muerte era algo previsible y sabía muy bien que le acechaba esa amenaza.Sus señas de identidad eran el respeto y la búsqueda del entendimiento. A lo largo de años de guerra civil seguía imperturbable su tarea de educador de jóvenes universitarios, se ocupaba del desarrollo de la ciencia social haciendo investigaciones, dirigiendo una revista, manteniendo continuos y entrañables contactos con los psicólogos sociales europeos y españoles; para todos nosotros fue un testigo valeroso y un ejemplo encarnado de la terrible situación salvadoreña.

Quienes le mataron temían su influencia. Era una influencia totalmente eficaz, porque emanaba de una razón indiscutible: la defensa de la tolerancia, la defensa de la justicia. Por eso, su muerte no servirá a quienes le quitaron la vida; no era un incitador al desorden, la guerra o la sinrazón Era un símbolo de la búsqueda tenaz de entendimiento. sus amigos, compañeros en el destino, habían sido mediadores en la guerra salvadoreña muchas veces. Su trabajo como psicólogo social era conocido universal mente y se distinguía por su imparcialidad y rigor científico. Quienes conocíamos sus hábitos de trabajador incansable sabe mos que poco después de las tres de la mañana se hubiera levanta do para seguir negociando la paz, para seguir pensando, ha blando a la vista de todos la me jor solución para evitar que caye ran más vidas humanas.

No ocurre lo mismo con los argumentos ue han utilizado sus asesinos. Esos son argumentos oscuros, tenebrosos, y por eso desean permanecer en la sombra, en la misma sombra de la noche en que se ejecutó el crimen. No resisten la más mínima luz, son ciegos e impresentables. La clarificación de estos hechos es y será odiada por sus autores; han sido planeados para, que nunca salgan a la luz, que los destruiría por absurdos.

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Ignacio apostó por la paz y ha muerto. Que nadie confunda esta muerte con una derrota. Es el síntoma de lo absurdo, de lo oscuro, lo inconfesable; quienes pensamos que la verdad no puede surgir nada más que de la razón, la claridad en los argumentos y la valentía para defenderlos cara a cara, sabemos que hechos como el presente, por muy dolorosos que sean, sólo sirven para hacer más fuerte lo que nos distingue como seres humanos: la discusión, la negociación, la palabra-

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