La lucha por los derechos de los transexuales
Una abogada francesa, que se prostituyó para pagar su cambio de sexo, denuncia la discriminación legal
El 22 de mayo de 1978 el tribunal de Ruán (Francia) dictó una sentencia por la que resolvía que un ciudadano francés nacido el 29 de junio de 1.945 en aquella localidad con el nombre de Jean-Pascal sería considerado a partir de ese momento como una mujer, de nombre Maud. El cambio de identidad en el registro cerró una etapa de la vida de la actual abogada y ex prostituta Maud Morin. Su caso es uno de los primeros cambios de sexo reconocidos por la autoridad judicial en Francia y del escaso centenar que se han producido en otros países europeos. Maud ha estado en Barcelona para presentar el libro que ha escrito sobre su experiencia, El salto del ángel, inicialmente traducido al catalán.
Jean, actualmente Maud, nació en Ruán, una localidad del Departamento de Seine-Maritime, en una familia que nunca aceptó ,que a los tres años prefiriese comportarse como una niña y no como el niño que había sido inscrito en el registro. Maud nació a los seis meses de gestación con una malformación por la que, aparentemente, era de sexo masculino, aunque sus órganos no llegaron nunca a desarrollarse de forma normal. Mientras crecía, Maud se sentía mujer y, a pesar de los problemas familiares, decidió iniciar la lucha por transformar tanto su cuerpo como su condición legal.A los 17 años se instaló en París, donde trabajó en Correos hasta que fue despedida, precisamente por su ambigüedad sexual. Estudió los dos primeros años de la carrera de Derecho, pero la abandonó para dedicarse a la prostitución, "el único medio en el que podía sentirme mujer y ganar el dinero suficiente para costearme la operación que necesitaba y los gastos de la tramitación legal del cambio de sexo", explica. Más tarde llegó la incorporación a filas para cumplir el servicio militar. Decidió presentarse como mujer, de la manera más femenina que pudo, y aportando documentación médica que corroboraba su condición de intersexual. El tribunal decidió que no tenía qué incorporarse al servicio.A lo largo de los años en que ejerció la prostitución, Maud se enfrentó a situaciones peligrosas. La peor de ellas, según relata, fue cuando se negó a acatar la disciplina de los proxenetas. A raíz de ello, tuvo que huir a Londres en 1976. Dos años antes había acudido a un clínica en Bruselas para someterse a una operación de cambio de sexo.
En otoño de 1976 decidió iniciar la tramitación legal para conseguir el reconocimiento judicial del cambio de sexo. "Fue una larga batalla en la que sólo estuve respaldada por los médicos, pero no por el aparato judicial", explica. Maud llegó a plantear su especial situación a la entonces ministra de Sanidad, Simone Veil, quien informó favorablemente de su caso al ministro de Justicia. "De nada sirvió", asegura Maud. Finalmente, en 1978, un tribunal de Ruán accedió a la petición "basándose en los certificados médicos que sostenían la atrofia de los órganos sexuales masculinos, frente a los claros signos de femineidad".
Con el reconocimiento oficial en la mano, Maud optó por terminar la carrera de Derecho y dedicarse a defender a prostitutas y, de forma especial, a personas que tuvieran problemas parecidos al suyo. Sin embargo, halló un nuevo escollo: obtuvo la licenciatura, pero el Colegio de Abogados de París le prohibió ejercer ante los tribunales.
En 1987 publicó su libro El salto del Ángel, en el que cuenta su historia. El libro, del que ha vendido 200.000 ejemplares en Francia, ha sido editado ahora en España, inicialmente en catalán. La venta de la obra le ha servido "por ahora", precisa, para no volver de nuevo al mundo de la prostitución. Ése ha sido también el instrumento que le ha abierto las puertas para plantear su lucha en defensa del transexualismo. Maud, además, se ha integrado en el Partido Radical Italiano y participa en congresos y conferencias sobre la transexualidad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.