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Aoun se lava las manos tras el asalto al patriarca maronita

Más de cien seguidores de Michel Aoun profanaron en la noche del domingo la sede arzobispal del patriarca maronita, Narsralá Sfeir, le obligaron a arrodillarse y a besar un retrato de Michel (del general) y lo colocaron luego en el sitio que ocupaba el retrato del Papa. El general Aoun, contento en el fondo por el escándalo, dijo en una entrevista a varios periódicos, entre ellos EL PAÍS: "Siento lo ocurrido, pero no puedo controlar la espontaneidad de mi pueblo".

Miles de partidarios del primer ministro maronita se dirigieron de nuevo a Bkirki en la mañana de ayer, dispuestos a humillar de nuevo a la máxima autoridad religiosa maronita por el apoyo que ha prestado al acuerdo pacificador de Taif y su posterior consecuencia: la elección de un nuevo presidente, el también cristiano Rene Muáwad. No tuvieron el placer de encontrarse con monseñor Sfeir, pero saltaron la verja de la sede patriarcal y, entre gritos, eslóganes contra el nuevo presidente y el propio patriarca, y hasta insultos soeces a ambos, sacaron materialmente a varios monjes del interior y les obligaron a enarbolar las banderas.Cuando el general Aoun supo cómo estaban yendo las cosas, en su palacio de Baabda, justamente mientras conversaba con varios periodistas extranjeros, entre ellos esta enviada especial, dijo: "Lamento lo ocurrido, pero no puedo controlar la espontaneidad de mi pueblo". El general usa a menudo la palabra pueblo para referirse a sus seguidores, que aparte del viejo campesinado maronita y de la clase política que no quiere ver desaparecer su hegemonía, está formado por muchachos que recuerdan a los guerrilleros de Cristo Rey.

En la mañana de ayer, el patriarca Sfeir no se hallaba en Bkirki, porque se había marchado a todo correr a su residencia de verano de Dimane, más segura, en donde recibió al presidente Rene Muawad, al delegado panárabe Lajdar el Ibrahimi, el shií Husein Huseini, reelecto presidente de la cámara, y otros 30 diputados.

Entre tanto, Michel Aoun, visiblemente satisfecho por la bulla que sus seguidores armaban en la calle, insistía en su entrevista en que el acuerdo de Taif y la elección del nuevo presidente son inconstitucionales e ilegales, y en que, aunque es el primero en desear la paz para Líbano, "sólo aceptaré conversar con los sirios, de Gobierno a Gobierno". Se confesó amigo personal del nuevo presidente, pero afirmó que "Líbano y su libertad están por encima de todo".

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