Sobre opciones y futuros
Sorprende observar que después de las reiteradas manifestaciones de diversos estamentos económicos, tanto públicos como privados, sobre la inminente implantación en nuestro país de mercados de opciones y futuros, no se encuentre en España publicación alguna que haga referencia a los mismos.Precisamente por ser necesario para su correcto funcionamiento un volumen adecuado de transacciones que proporcione la liquidez suficiente para atender el mayor número de operaciones posibles, sería deseable extender su conocimiento y aplicaciones a segmentos de potenciales inversores a los que hasta el momento -a pocos meses de su pretendida apertura- aún les son desconocidos.
La negociación sobre estos derivados de activos financieros se inicia a mediados de los años setenta en la Bolsa de Chicago: a partir de entonces y hasta el crash de 1987, los volúmenes de contratación crecen de forma geométrica y se extienden a las principales plazas bursátiles del mundo (Londres, Tokio, etcétera). Como consecuencia del crash, sufren un estancamiento pasajero e incluso determinados analistas les atribuyen parte de culpa en las causas que precipitaron la espectacular caída de la Bolsa de Nueva York el 19 de octubre de 1987. Sin embargo, a los pocos meses recobran y aumentan su pujanza y siguen extendiéndose a bolsas que aún no los tenían establecidos (como Suiza, París, etcétera).
Su singularidad como elemento de cobertura de riesgo para carteras de valores de renta variable, muy útiles para entidades dedicadas a la gerencia de fortunas, para instituciones de previsión o para simples inversores privados que desean protegerse contra las fluctuaciones desordenadas del mercado de la renta variable, las divisas o las materias primas, especialmente acusadas después del crash, les proporciona el atractivo, entre otras ventajas, de poder compaginar en una cartera diversificada, junto a las inversiones de renta fija, otras menos seguras cuyo riesgo ha sido atenuado mediante operaciones de contratos sobre opciones.
La característica principal de este tipo de contratos, su filosofía podríamos decir, consiste en la transferencia de riesgo de un inversor cauto hacia otro que lo adquiere con el ánimo de alcanzar los posibles beneficios que lleva inherente ese riesgo. Simplificando al máximo, podríamos equiparar este tipo de operaciones a una póliza de seguros que se efectuara entre particulares, en el que el único factor interviniente además de ellos sería la institución bursátil que los pone en contacto y garantiza la solvencia del pacto. Es decir, tenemos por una parte quien se asegura, por otra quien asegura y un tercero que responde del cumplimiento del contrato. El que se asegura (cubriéndose) traspasa el riesgo de la propiedad de unos bienes cuyo valor es inestable, renunciando a cambio a un potencial de beneficio más alto, pero también más improbable.
Riesgos y beneficios
El que asegura (comprando opciones) adquiere ese riesgo y el potencial de beneficio que conlleva, limitando sus pérdidas como máximo a la cantidad desembolsada por la prima pagada. La tercera parte (el mercado de contratación) pone de acuerdo a los anteriores, que discuten en su seno mediante el juego del libre cambio (oferta y demanda); como intermediario, recibe su comisión y responde del correcto ejercicio del contrato como parte oponente ante cada una de las partes principales.
Esta transferencia de riesgo que protege a un tenedor de bienes de la posible desvalorización temporal de los mismos ofrece al que la acepta la posibilidad de optar de forma altamente especulativa a la posesión de unos bienes por los que inicialmente no desembolsa el total de su valor bursátil. A manera ilustrativa, cabe señalar que en una operación de este tipo, considerada como equilibrada (compra de opciones at the money a 90 días), el factor multiplicador suele ser superior a 10, es decir, con un millón de pesetas se podrían obtener beneficios equivalentes a los alcanzados, operando de manera tradicional, con 10 millones. También las pérdidas estarían en consonancia, aunque nunca superarían la cantidad invertida (un millón en este caso).
También importante es la transferencia de información que se genera en los centros especializados y en las sociedades de grandes inversionistas y llega al pequeño y mediano inversor que, sin disponer de la información y datos que emplean los primeros, puede valorar, en la medida en que esto es posible, el comportamiento de los precios y tendencias futuras a plazos relativamente cortos, con el solo seguimiento regular de las cifras del mercado.
Los precios de futuro para entrega de mercancías u otros bienes o activos a diversos plazos se ven condicionados por elementos que exigen un conocimiento técnico que escapa normalmente a la atención del inversor medio. Así, por ejemplo, si las empresas de refino acumulan o reponen sus existencias de crudo en un determinado mes del año, el nivel de esas existencias y los acontecimientos políticos o de otra índole que se estiman posibles en ese período de tiempo, aparte de la inevitable especulación, serán factores que determinarán los precios para entregas de petróleo en ese hipotético mes.
El pequeño inversor
Todos estos datos, y hemos elegido quizá el ejemplo más simple, generalmente son desconocidos para el pequeño inversor, que, no obstante, podrá hacerse una idea de la tendencia y de las causas ocultas que la influencian con sólo observar los precios de cierre y el volumen de contratos negociados sobre ellos. Y si esto es dificil de por sí, cuando nos referimos a valores concretos como son las materias primas cobra más relieve cuando el bien subyacente sobre el que intentamos hacer el pronóstico es un activo financiero o una divisa determinada; una alteración en la cotización del precio de los bonos a 30 años del Tesoro estadounidense indica una tendencia al alza de los tipos de interés a corto, medio y largo plazo cuya lectura sólo puede ser interpretada por un especialista. De igual manera, el teórico cambio futuro de una divisa en relación a otra o al resto está en función de elementos macroeconómicos cuyo seguimiento sólo puede ser llevado e interpretado por profesionales.
En el momento en que nos encontramos, de desregularización e internacionalización de los mercados financieros mundiales, cuando incluso economías como las del Este de Europa pretenden acercarse a integrarse en ese circuito único que englobará en un futuro todas las contrataciones a nivel mundial, cuando se (dispone de tecnología suficiente en el campo de las comunicaciones que permite en tiempo real operar sobre cualquier bolsa desde cualquier lugar del mundo, sin restricciones de horario, eliminando así el antiguo concepto de arbitraje para sustituirlo por otro más moderno y dinámico, no puede concebirse una plaza financiera que no disponga de toda la gama de productos que, en relación a las demás, la hagan competitiva, ya sea como centro de decisión internacional o como simple terminal de contratación de ese centro principal.
En el caso de nuestro país y ante la integración que se avecina en 1992, el papel a jugar quedaría reducido al de mero transmisor operativo de un núcleo central, ya sea éste Londres o Francfort o quizá ambos, al atribuirse cada uno distintas especialidades. Un eje Dublín-Londres-Barcelona-Madrid y otro que enlazaría Zúrich-Franefort y los países escandinavos parecen ser las coordenadas del futuro entramado financiero europeo, a su vez, íntimamente ligado al norteamericano y japonés.
No será nada desdeñable, por tanto, lo que se intente para adecuar nuestras estructuras y ofrecer al inversor español productos y sistemas de los que ya disponen los países de nuestro entorno, aunque es de temer que también en este terreno se esté trabajando de forma lenta y desorganizada.
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