La impaciencia de los uniatos
En vísperas del viaje de Gorbachov a Roma, los católicos ucranianos exigen su legalización
Durante décadas, los responsables del partido comunista en la ciudad de Lvov, en Ucrania occidental, han predicado el ateísmo en esta zona de la antigua Galizia, que antes de ser soviética fue parte del Imperio austrohúngaro, primero, y de Polonia, después. Hoy, cuando el primer secretario de Lvov, Yakov Pogrevniak, se asoma a la ventana del comité regional del partido, una antigua sede comercial, puede ver cómo, junto a la vecina iglesia de los carmelitas, un poquito más arriba, una multitud de fieles de la Iglesia católica ucraniana (los uniatos, de rito oriental y subordinación vaticana) se agolpa en tomo a un altar al aire libre.
Allí un sacerdote, con alba, casulla y estola, une en matrimonio a dos jóvenes ucranianos, Irena y Oleg, ambos vestidos con trajes regionales campesinos ricamente bordados. El cortejo nupcial, que se desarrolla en un vacío legal en tanto los uniatos no sean reconocidos, tiene, sin embargo, todos los elementos tradicionales de fiesta: flores e imágenes, velas encendidas, damas de honor en trajes típicos, un pastel (kurbai) especial para estas ocasiones y coches engalanados. A la boda de Irena y Oleg sigue otra menos pomposa, la de dos viudos cincuentones en ropa de calle que escuchan con no menos fervor el sermón del cura, difundido por un micrófono que por una rendija ha sido enchufado en el interior del templo cerrado.El sermón en ucraniano y los cantos de los creyentes llegan hasta el Comité del partido y se extienden por esta ciudad cuya fisonomía está marcada por fantasmagóricos templos convertidos en almacenes o museos. Las autoridades ha repartido arbitrariamente las iglesias abiertas en función de fidelidades y servicios. En la iglesia de San Juan, antes uniata y hoy sede de la Iglesia ortodoxa rusa, un sacerdote echa una mirada furtiva preñada de desconfianza a Olga y María, dos conocidas militantes por la legalización de la Iglesia católica ucraniana. El sacerdote sabe que los uniatos aspiran a recuperar esta iglesia, y la Iglesia ortodoxa rusa, por boca del metropolita Filaret, ha subrayado su intención de no ceder.
Ceremonias como la boda de Oleg e Irena, hasta hace poco en la clandestinidad, se han vuelto corrientes en Lvov, pero los uniatos, piedra de toque de las relaciones entre el Vaticano y la URSS, siguen sin ser reconocidos oficialmente en vísperas del viaje de Gorbachov a Roma.
La Iglesia católica ucraniana, que data de 1596, fue suprimida por Stalin en 1946 en el llamado Sínodo de Lvov, donde oficialmente se "disolvió" por su propio deseo. Después el Kremlin se negó a reconocer la existencia de los uniatos, a quienes acusaba de nacionalistas y de estar vinculados con el fascismo. Sus templos fueron cerrados o entregados a la Iglesia ortodoxa rusa, que tiene la mayoría de sus parroquias en territorio ucraniano.
Aún hoy los uniatos, cuyo número se calcula entre cuatro o cinco millones, mantienen parte de su estructura en la clandestinidad, aunque la persecución activa contra ellos ha cesado. Los uniatos esperan ser legalizados, pero la resolución del problema se demora y ellos piensan que el principal obstáculo es la Iglesia ortodoxa rusa, una institución que vive pendiente del relevo jerárquico, dado el mal estado de salud del patriarca Pimen, su máximo dirigente.
El viaje de Gorbachov
"No sé si nuestro problema se resolverá antes de la visita de Gorbachov, pero estoy seguro de que nuestra Iglesia será legalizada", dice Vladimir Sterniuk, arzobispo de Lvov y máxima autoridad de la Iglesia católica ucraniana. El arzobispo Sterniuk tiene 83 años, y nos recibe en su residencia, una única habitación en una vivienda comunitaria sin teléfono y con baño y cocina compartidos. Sterniuk aún conserva el buen francés que aprendió en Bélgica, entre 1921 y 1932, cuando estudiaba teología cerca de Amberes. Sterniuk, que pasó cinco años en el lager de Stalin (de 1947 a 1952), vive rodeado de libros, medicamentos e ¡conos. Junto a la litera que le sirve de lecho hay un altar con flores frescas y la imagen de la Virgen."El obstáculo más importante para nuestra legalización es la Iglesia ortodoxa y el patriarca Pimen. Como la Iglesia ortodoxa sirvió a los ateos e hizo todo lo que éstos quisieron, ahora ellos la ayudan. No se trata de problemas espirituales, porque la Iglesia ortodoxa no intenta salvar las almas, sino tener propiedades e ingresos", señala Sterniuk.
En el deshielo que afecta a la religión desde que Gorbachov llegara al poder, la Iglesia ortoxa rusa ha recibido templos y monasterios que le fueran confiscados en el pasado. Los uniatos, al no estar registrados, no se han beneficiado de esta política. Sin embargo, en las zonas rurales de Ucrania occidental han logrado "cuatro o cinco templos", ya sea porque los fieles ortodoxos se han pasado en masa a la fe uniata o porque el mismo sacerdote y la parroquia se han mudado con armas y bagajes de una fe a la otra. "Es muy difícil decir quién es ortodoxo y quién es católico, porque nos quitaron todas las iglesias y los católicos sólo podíamos rezar en la Iglesia ortodoxa".
Este año el panorama eclesiástico local, donde además de la Iglesia ortodoxa rusa está la Iglesia católica romana (un resto de la presencia polaca), se ha complicado con la reaparición de la Iglesia autocéfala ucraniana, que se presenta simultáneamente como ortodoxa y nacional ucraniana. Esta Iglesia, que existió tras la Revolución de 1917, fue liquidada por Stalin y obligada a unirse a la Iglesia ortodoxa rusa en los veinte. Hoy su renacimiento es una solución favorecida por las autoridades comunistas, que prefieren una Iglesia nacional ucraniana y sin ningún Vaticano de por medio. "Quieren hacer una iglesia ortodoxa para que tengamos menos católicos, pero más tarde o más temprano esto no funcionará", dice Sterniuk, que se abstiene de valorar a la Iglesia autocéfala.
Los responsables comunistas de Lvov han pedido a las autoridades ortodoxas que "ucranicen" la iglesia local, manifestaba Vladimir Grigorenko, responsable de Ideología de la organización local del partido. "Estuvo aquí Filaret", el metropolita de Kiev, "e hicimos un pequeño progreso. Pedimos que se rezara el sermón en ucraniano, y así se ha hecho desde finales del año pasado. Y editamos la Biblia y libros de rezos en ucraniano", dice.
"Yo creo que la ucranización y la independencia de la Iglesia ortodoxa [ucraniana] de Moscú es un buen terreno de diálogo con los uniatos, pues lo que la gente quiere es una iglesia ucraniana. Cuando se apruebe la ley de Libertad de Conciencia, habrá que registrar a los uniatos, aunque no estemos de acuerdo con ellos", afirma Grigorenko. Pero la ley de Libertad de Conciencia, que debe regular las relaciones entre Iglesia y Estado y los derechos de las comunidades religiosas se está demorando.
Tensiones
La tensión creada por el problema de los uniatos penetra en las filas del partido. En un pleno del Comité Central del Partido Comunista de Ucrania, celebrado este mes en Kiev, Yakov Podgrebniak, el jefe del partido de Lvov, llegó a un cierto enfrenta miento con Ivashko, el nuevo primer secretario de la república, a quien advirtió que Ucrania occidental tiene sus peculiaridades. Podgrebniak acusó al Comité Central del Partido de Ucrania de entorpecer la "estabilización ideológica con una postura poco clara". Esta falta de clarificación sobre esta Iglesia pone nerviosos a los creyentes, influye en las relaciones internacionales y crea tensión en los medios religiosos que básicamente apoyan la perestroika.¿Qué pasa hoy con la propagación del ateísmo en Lvov? El ideólogo Grigorenko da un suspiro. "Antes nos dedicábamos a dar conferencias sobre el ateísmo y considerábamos a los creyentes como gente que no apoyaba el poder. Hoy nuestro fin es unirlos a todos en torno a la perestroika".
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