_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Huelgas en la URSS

EL DEBATE en el Soviet Supremo sobre el derecho de huelga, con los choques y cambios de posición a que ha dado lugar, pone de relieve el momento particularmente grave por el que está pasando la perestroika. Pero antes que nada es preciso resaltar el alcance que tiene el hecho mismo de la legalización del derecho de huelga en la URSS. Es el fin de una mentira servida durante décadas como un dogma: "No hay huelgas porque el poder es de los obreros y éstos no hacen huelga contra sí mismos". Hoy, la verdad se abre camino y se impone la necesidad de reconocerla.Las condiciones en que ha tenido lugar el debate en el Parlamento soviético han sido sumamente contradictorias, como hubo de reconocer el primer ministro Riskov: se discutía la ley para legalizar las huelgas y, a la vez, una resolución para prohibirlas temporalmente en unos sectores concretos, transportes y combustibles, entre otros. Los argumentos para pedir la prohibición partían de la angustiosa realidad económica que vive la URSS. Las huelgas que han tenido lugar este verano, sobre todo en las zonas mineras, expresaban demandas legítimas de una población desabastecida. Pero la consecuencia ha sido un empeoramiento de la situación económica; y si ahora surgiese una nueva ola de huelgas, la economía soviética no podría soportarla.

Para evitar el empleo abusivo de los conflictos laborales existen, sin embargo, otros caminos que no son una prohibición generalizada. El mismo ejemplo de las huelgas mineras del pasado verano demuestra que la solución fue posible cuando, saltando por encima de órganos del partido sin autoridad, Moscú negoció con comités elegidos por los trabajadores. Un sector del Soviet Supremo, sin desconocer los argumentos basados en el imperativo económico, se ha opuesto a la prohibición durante 15 meses, abogando por un reconocimiento de ese derecho en la mayor medida posible. Posición que no ha sido puramente teórica: ha determinado modificaciones en la ley.Pero es obvio que en la discusión del derecho de

huelga no estaba en juego solamente el aspecto económico. Detrás de las distintas actitudes concretas se perfila la existencia de líneas políticas cada vez más discrepantes. El problema de fondo -como ha destacado recientemente el diputado Yuri Afaríasiev, uno de los líderes del ala radical de la perestroika- es la pérdida de autoridad del partido comunista. Si se impusiese la tendencia a llenar ese vacío de autoridad con medidas de coacción, las repercusiones serían muy negativas para la reforma. Es, sin duda, lo que pretenden Ligachov y sus amigos, que atacaron a Gorbachov, en el último pleno del Comité Central, acusándole de exceso de democracia y de dar demasiado espacio a los grupos informales que piden una reforma más radical. La respuesta de Gorbachov, en un discurso pronunciado en Kiev con motivo del relevo del secretario general ukraniano, fue clara: "O reconocemos a los otros el derecho a la independencia del pensamiento y de la acción y trabajamos vigorosa mente para ganar las simpatías públicas, o vamos hacia una organización cerrada en sí misma, con la pretensión de dirigir". Es la opción decisiva ante la cual se encuentra hoy el proceso reformador. En el debate del Soviet Supremo se planteó, como síntoma más, alarmante, el bloqueo por parte de los azeríes del transporte por ferrocarril en dirección a Armenia, un tipo de acciones que situaba a dicha república casi en un estado de guerra civil. La decisión del Soviet Supremo sobre este caso -dando un plazo para una solución concertada entre las dos repúblicas y, en caso contrario, sometiendo los ferrocarriles de la zona a un órgano con poderes especiales- ha quedado desglosada del problema general sobre las limitaciones de las huelgas. Se ha evitado así una instrumentalización del caso extremo del Cáucaso para medidas de orden general.La sesión de otoño del Soviet Supremo, iniciada con debates agitados sobre el tema candente de las huelgas, y que tiene en su orden del día proyectos de ley trascendentales sobre la propiedad, la tierra, los arrendamientos, etcétera, indica, al margen de las votaciones finales que se registren en los días venideros, una novedad significativa: está surgiendo en el escenario moscovita un nuevo centro de poder.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_